La literatura infantil en muchas ocasiones es objeto de crítica por mostrar de forma verdaderamente cruda una situación realista, sin tener en consideración al tipo de público que va dirigido. Cierto es que tampoco hay que dulcificar en exceso pero, como siempre, en el equilibrio está el éxito. Con esta fórmula es con la que el autor Christopher Paul Curtis ganó Medalla Newbery en el año 2000. “Me llamo Bud, no Buddy” tiene por protagonista a un huérfano llamado Bud. La forma de ser de Bud, el uso del sentido del humor sin desvirtuar el argumento, y el trato realista de un huérfano no mostrando pena o condescencia, hará que el lector disfrute de este estupendo relato como si fuese una novela de aventuras. La cantidad de información que esta obra contiene en sus páginas es admirable: retrato de la Gran Depresión, descripción de la vida en crisis, cultura del pueblo afroamericano, disección de la música jazz, denuncia del racismo, paisaje del interior de Estados Unidos… Todo, absolutamente todo, tiene cabida en esta oda a la libertad en la que Bud se escapa del orfanato para buscar a un padre que nunca llegó a conocer.