De seguro que todos los escritores habidos y por haber tienen una deuda pendiente con sus iguales previos. Es decir, todo autor ha recibido inspiración de sus compañeros de profesión. A pesar de esta obviedad, lo cierto es que no todos saben reconocerlo debidamente. Eleanor Farjeon sí. Y es que esta novelista británica mezcló vivencias de la infancia y la influencia literaria que otros habían tenido sobre ella en “La pequeña biblioteca”. Este compendio de cuentos reúne casi una treintena de historias al estilo de los cuentos de hada y fantasía tradicional. Farjeon se sitúa en la biblioteca de su hogar y la torna epicentro de un revoltijo de ideas surgida de sus experiencias, hechos históricos y lecturas como la poesía renacentista o los mitos del Antiguo Egipto. En la obra se vislumbran referencias a los hermanos Grimm, Oscar Wilde y Hans Christian Andersen, entre otros. Una recopilación de visita obligada esta biblioteca de Eleanor Farjeon.
“El pequeño pájaro” sólo es una muestra más del enorme talento de Paro Anand como creadora de clásicos modernos para niños. Esta autora, una de las más celebradas en la India en las últimas décadas, nos ofrece una fábula para los días que corren, y es que gira en torno a temas de ecología y respeto por el medio ambiente. En el relato se narra la amenaza que sufren los animales de un bosque por las inundaciones, y cómo ello afecta a su estilo de vida. De forma inconsciente las criaturas buscan alguien que los salve, labor que recae en Piddi, una hembra de pájaro cuya función es sujetar el suelo. De esta forma, Piddi acaba sucumbiendo y fallece en pos del bienestar del resto de animales del bosque. Su valentía y entrega elevan a Piddi a la categoría de heroína, y los animales la venerarán en adelante. Con este transfondo natural, Paro Anand también nos habla de las aptitudes que todos tenemos y debemos demostrar al mundo, incluso los más desfavorecidos y los que piensan que no poseen ninguna virtud.
Fantasía y realidad se entrecruzan en este relato por momentos costumbrista y a ratos surrealista. María Merryweather tiene trece años y debe trasladarse a la finca Moonacre con su perro Wiggins y su institutriz. La historia está ambientada a mediados del siglo XIX en Inglaterra. El primo de María vive en un castillo de origen normando y la llegada de la protagonista hará que ésta se sumerja en un mundo fantástico inspirado en los cuentos medievales y la novela caballeresca. Criaturas fantásticas, como unicornios, habitan el valle. Allí María hará amigos imaginarios que luego son personas diferentes en la vida real. Como no podía ser de otra manera, el conflicto imperecedero entre el bien y el mal también se pone de manifiesto en “El pequeño caballo blanco”, en este caso a través de María y su primo Bnejamin. Uno representa la luna y otro el sol. El carácter pacifista de María se impondrá y devolverá la paz a la finca Moonacre. Este libro es un conjunto de ideas ilusorias que calan en el lector de la mano de la excepcional Elizabeth Goudge.
La famosa adaptación al cine de “Stuart Little” probablemente haya otorgado a la obra de E.B. White más renombre del que inicialmente tenía. Pero no del que se merecía, pues cualquier libro de este genial autor es una obra de arte narrativa e ideológicamente. Esta constante la había iniciado con “La telaraña de Carlota” y la prosiguió en el relato de un ratoncito que es adoptado como un miembro más por una familia neoyorquina. El pequeño Stuart se siente uno más de la familia Little y se divierte con todos ellos en Central Park. En un cierto punto, Stuart decide escaparse para buscar a su amigo el pájaro Margalo. A partir de entonces Stuart vive una serie de aventuras que de forma velada sirvieron a White para criticar la historia de Estados Unidos. Más allá, el autor desarrolla la clásica historia del héroe que trata de encontrarse consigue mismo, y para ello ha de demostrarse su propia valía. El hecho de que emplee un ratón como protagonista no es trivial: es una metáfora de cómo debemos afrontar un mundo que a priori se nos queda grande. El entorno en el que vivimos puede ser un medio hostil y nuestro ingenio nos puede permitir sobrevivir. Al igual que al celebérrimo Stuart Little.
“Los pequeños hombres grises” es un cuento que muestra la ideología de su autor, B.B. El amor de Denys Watkins-Pitchford por la naturaleza quedó patente a lo largo de su vida tanto por sus pinturas como por sus novelas. En esta en particular mezcla fantasía y realidad para manifestar el arraigo por la campiña inglesa. Los protagonistas son cuatro gnomos. Un día, uno de ellos desaparece, y los demás esperan pacientemente su regreso. No obstante, como esto no sucede, deciden ir en su busca dos años más tarde. Estos diminutos seres se verán en toda clase de situaciones para encontrar a su amigo: peleas, supervivencia y accidentado regreso. Los gnomos muestran habilidades insospechadas y un coraje inexorable, transmitiendo al lector valores de optimismo. Como se ha comentado, esto es reflejo del propio B.B., quien describe ciertas costumbres de la vida rural y defiende este estilo de vida. Todo ello a través de una entretenida y absorbente historia con tintes mágicos.
De la saga homónima, este libro es realmente el segundo de la misma. La saga completa de “La casa de la pradera” cuenta la infancia de la autora, y se inició con el fabuloso “La casa del bosque”. En este libro se cuenta el viaje de la pequeña Laura Ingalls con su familia desde Wisconsin hasta Kansas. Los padres de Laura muestran una actitud positiva que intentan transmitir a la niña para que se sienta segura a lo largo del viaje y para que distraiga su mente de los peligros del camino. La precisión histórica del relato es admirable, y se describen paisajes, vestimentas, costumbres y la presencia de los nativos norteamericanos. Como en otras novelas de Ingalls, la mirada es más adulta de lo que puede parecer, y la melancolía y crudeza conviven con la inocencia de la pequeña protagonista. Una imprescindible de la literatura infantil de Estados Unidos.
El escritor E.B. White mostró sus ambiciones narrativas con varios de sus libros, entre ellos “La telaraña de Carlota”. Aunque la acción transcurre en una granja, de entre todos los animales de este escenario la protagonista es una araña. Carlota, que es como se llama este arácnido, es la mente pensante que lidera el grupo. Ella recibe a Wilbur, un cerdo lechón que es salvado de ser sacrificado y llevado a la granja. Carlota sabe que más adelante Wilbur será sacrificado para comida, y mueve todos los hilos (o telarañas) posibles para que esto no suceda. Pero no debemos olvidar en ningún momento que ella es una simple araña y su vida es más corta que la de cualquier otro ser de la granja. Este tipo de ideas junto a la originalidad de la trama convierten a este libro en un clásico de la humanización de animales, además de ser una crítica social en cierto modo. Esto aporta conmoción al relato, sin caer en ningún momento en sentimentalismos más allá de los derivados de los propios sucesos del mismo. Una novela infantil inteligente donde las haya.
“La pequeña locomotora roja ya tiene nombre” fue un popular libro durante la Segunda Guerra Mundial en Gran Bretaña, escrito por Diana Ross. Algunos de los temas tratados se relacionan directamente con el conflicto bélico. La protagonista es una locomotora roja que sólo realiza viajes cortos y en el ámbito rural. Todos se ríen de ella y ésta se siente poco respetada. Ni siquiera tiene un nombre propio y tiene una libertad muy restringida. El momento clave para darse a conocer llega cuando dos grandes locomotoras tienen accidentes y la protagonista va a salvar al Rey de las locomotoras. Este Rey la acaba recompensando otorgándole trayectos de líneas principales y además bautizándola como “Real Roja”. Los valores de este libro son antibélicos, pues todos pueden colaborar para evitar conflictos; y todos pueden luchar por una libertad cuando no la sienten, sin sentirse intimidados por los más poderosos.
Este libro trata uno de los temas más explotados durante la Inglaterra victoriana: la vida en una escuela. Asimismo, en el siglo XIX gozó de tremendo éxito, aunque últimamente ha perdido fama por sus connotaciones religiosas. La historia de Eric sirve como advertencia ante malos comportamientos. Este chico es enviado a un internado, y, aunque de carácter noble y puro, acaba pervirtiéndose por tratar de sorprender a sus compañeros. Se narran muchas situaciones divertidas como juegos, guerras de almohadas o escenas de bar. A pesar de algunos correctivos, Eric cada vez se comporta peor, y su vida cae en desgracia tras intentar enrolarse en un barco. Muere joven y sirve como señal de malo comportamiento para otros niños. Por tanto, estamos hablando de un libro de fuerte moralidad.
Este libro resulta muy especial porque se basa en dos construcciones reales, las cuales se hicieron famosas y trascendieron precisamente gracias al propio cuento. Se trata de un pequeño faro rojo situado bajo el puente George Washington de Nueva York. Inicialmente solo y usado como guía de los barcos, el faro rojo se asusta cuando comienzan a construir sobre él un gran puente gris. Pronto se siente inútil y piensa que lo derribarán. No obstante, el propio puente lo tranquiliza, y le dice que él seguirá siendo el amo del río Hudson. Es un acto de camaradería entre objetos inertes, lo cual siempre transmite una sensación de afecto. Los dibujos de Lynd Ward son geniales, acompañados de la imaginación de Hildegarde H. Swift. Se pretende mostrar que todas las cosas tienen su lugar en el mundo, necesario para que el niño se eduque en el respeto, pero también para mantener su autoestima conforme va creciendo. El faro protagonista todavía se encuentra en pie, aunque en desuso.