La famosa adaptación al cine de “Stuart Little” probablemente haya otorgado a la obra de E.B. White más renombre del que inicialmente tenía. Pero no del que se merecía, pues cualquier libro de este genial autor es una obra de arte narrativa e ideológicamente. Esta constante la había iniciado con “La telaraña de Carlota” y la prosiguió en el relato de un ratoncito que es adoptado como un miembro más por una familia neoyorquina. El pequeño Stuart se siente uno más de la familia Little y se divierte con todos ellos en Central Park. En un cierto punto, Stuart decide escaparse para buscar a su amigo el pájaro Margalo. A partir de entonces Stuart vive una serie de aventuras que de forma velada sirvieron a White para criticar la historia de Estados Unidos. Más allá, el autor desarrolla la clásica historia del héroe que trata de encontrarse consigue mismo, y para ello ha de demostrarse su propia valía. El hecho de que emplee un ratón como protagonista no es trivial: es una metáfora de cómo debemos afrontar un mundo que a priori se nos queda grande. El entorno en el que vivimos puede ser un medio hostil y nuestro ingenio nos puede permitir sobrevivir. Al igual que al celebérrimo Stuart Little.