La famosa adaptación al cine de “Stuart Little” probablemente haya otorgado a la obra de E.B. White más renombre del que inicialmente tenía. Pero no del que se merecía, pues cualquier libro de este genial autor es una obra de arte narrativa e ideológicamente. Esta constante la había iniciado con “La telaraña de Carlota” y la prosiguió en el relato de un ratoncito que es adoptado como un miembro más por una familia neoyorquina. El pequeño Stuart se siente uno más de la familia Little y se divierte con todos ellos en Central Park. En un cierto punto, Stuart decide escaparse para buscar a su amigo el pájaro Margalo. A partir de entonces Stuart vive una serie de aventuras que de forma velada sirvieron a White para criticar la historia de Estados Unidos. Más allá, el autor desarrolla la clásica historia del héroe que trata de encontrarse consigue mismo, y para ello ha de demostrarse su propia valía. El hecho de que emplee un ratón como protagonista no es trivial: es una metáfora de cómo debemos afrontar un mundo que a priori se nos queda grande. El entorno en el que vivimos puede ser un medio hostil y nuestro ingenio nos puede permitir sobrevivir. Al igual que al celebérrimo Stuart Little.
De la saga homónima, este libro es realmente el segundo de la misma. La saga completa de “La casa de la pradera” cuenta la infancia de la autora, y se inició con el fabuloso “La casa del bosque”. En este libro se cuenta el viaje de la pequeña Laura Ingalls con su familia desde Wisconsin hasta Kansas. Los padres de Laura muestran una actitud positiva que intentan transmitir a la niña para que se sienta segura a lo largo del viaje y para que distraiga su mente de los peligros del camino. La precisión histórica del relato es admirable, y se describen paisajes, vestimentas, costumbres y la presencia de los nativos norteamericanos. Como en otras novelas de Ingalls, la mirada es más adulta de lo que puede parecer, y la melancolía y crudeza conviven con la inocencia de la pequeña protagonista. Una imprescindible de la literatura infantil de Estados Unidos.
La segunda novela de Laura Ingalls Wilder tiene un protagonista masculino. “Un granjero de diez años” está inspirado en la vida del marido de la autora y, al igual que el resto novelas de Ingalls, es un vivo retrato de la vida en Estados Unidos a lo largo del siglo XIX. Almanzo es un chico de nueve años que sueña con ser granjero y así suceder a su padre. Por ello, todos los días se levanta temprano para hacer labores en la granja antes de marchar hacia la escuela. Almanzo disfruta esquilando ovejas, alimentando al ganado y limpiando el establo. De igual forma, lo que más divierte a Almanzo es montar a caballo. Igual que en otros casos, el propósito de Ingalls es mostrar la vida rural de su país con una presentación histórica impecable y una melancolía propia de un estilo de vida antaño muy extendido pero ahora casi olvidado.
La prestigiosa Laura Ingalls escribió “La casa del bosque”, su primera novela, cuando tenía más de 60 años. Igual que el resto de narraciones de Ingalls, “La casa del bosque” contiene retazos de las memorias de la autora y de sus antepasados. En este caso en particular, la protagonista, también llamada Laura, vive con su familia en una casa hecha de madera en medio del bosque. La familia está formada por su hermana mayor, por un bebé y por sus padres. Aprendiendo de todo lo que su padre hacer, la familia sobrevive en la inmensidad de la naturaleza sin tener ningún pueblo u otras casas próximas a ella. La vida en el bosque transcurre entre la caza de animales, la elaboración de queso y mantequilla, el curtido de pieles o la diversión en torno al fuego. “La casa del bosque” es una experiencia rural inigualable, pues además de los valores del campo se mantiene en todo momento un tono nostálgico y el realismo que alcanzan las novelas de Laura Ingalls es notable.