La famosa adaptación al cine de “Stuart Little” probablemente haya otorgado a la obra de E.B. White más renombre del que inicialmente tenía. Pero no del que se merecía, pues cualquier libro de este genial autor es una obra de arte narrativa e ideológicamente. Esta constante la había iniciado con “La telaraña de Carlota” y la prosiguió en el relato de un ratoncito que es adoptado como un miembro más por una familia neoyorquina. El pequeño Stuart se siente uno más de la familia Little y se divierte con todos ellos en Central Park. En un cierto punto, Stuart decide escaparse para buscar a su amigo el pájaro Margalo. A partir de entonces Stuart vive una serie de aventuras que de forma velada sirvieron a White para criticar la historia de Estados Unidos. Más allá, el autor desarrolla la clásica historia del héroe que trata de encontrarse consigue mismo, y para ello ha de demostrarse su propia valía. El hecho de que emplee un ratón como protagonista no es trivial: es una metáfora de cómo debemos afrontar un mundo que a priori se nos queda grande. El entorno en el que vivimos puede ser un medio hostil y nuestro ingenio nos puede permitir sobrevivir. Al igual que al celebérrimo Stuart Little.
El escritor E.B. White mostró sus ambiciones narrativas con varios de sus libros, entre ellos “La telaraña de Carlota”. Aunque la acción transcurre en una granja, de entre todos los animales de este escenario la protagonista es una araña. Carlota, que es como se llama este arácnido, es la mente pensante que lidera el grupo. Ella recibe a Wilbur, un cerdo lechón que es salvado de ser sacrificado y llevado a la granja. Carlota sabe que más adelante Wilbur será sacrificado para comida, y mueve todos los hilos (o telarañas) posibles para que esto no suceda. Pero no debemos olvidar en ningún momento que ella es una simple araña y su vida es más corta que la de cualquier otro ser de la granja. Este tipo de ideas junto a la originalidad de la trama convierten a este libro en un clásico de la humanización de animales, además de ser una crítica social en cierto modo. Esto aporta conmoción al relato, sin caer en ningún momento en sentimentalismos más allá de los derivados de los propios sucesos del mismo. Una novela infantil inteligente donde las haya.