Sonya Hartnett es el paradigma de escritora de literatura juvenil de Australia premiada y reconocida, además de admirada y exitosa comercialmente. La clave, como la de muchos escritores best-seller, es la narración de realidades con las que nos podemos identificar introduciendo algún elemento particularmente atractivo. Pero se torna esencial el que el lector se vea reflejado en los personajes del cuento. Así sucede con “Hijo del jueves”, título que esta novela debe a Tin, niño que nace ese día de la semana y que dará muchos quebraderos de cabeza a su familia en general y particularmente a su hermana Harper Flute. La época a la que Hartnett nos transporta es la Gran Depresión de los años 30, y como ésta se vivió en el medio rural australiano en el seno de familias pobres agrícolas. Tin sobrevive a una avalancha de barro pero tras ello se obsesiona con lo subterráneo, y empezará a construir túneles bajo su casa y a habitarlos. Su fascinación se intensifica y Tin crea un laberinto que será su hogar, y del cual nunca jamás saldrá salvo para saludar muy esporádicamente a su hermana. La forma en que esto se entrelaza con las penurias y otros sucesos realistas permitieron a Hartnett obtener el Guardian Children’s Fiction Prize y más adelante el Astrid Lindgren Memorial Award.
La literatura infantil en muchas ocasiones es objeto de crítica por mostrar de forma verdaderamente cruda una situación realista, sin tener en consideración al tipo de público que va dirigido. Cierto es que tampoco hay que dulcificar en exceso pero, como siempre, en el equilibrio está el éxito. Con esta fórmula es con la que el autor Christopher Paul Curtis ganó Medalla Newbery en el año 2000. “Me llamo Bud, no Buddy” tiene por protagonista a un huérfano llamado Bud. La forma de ser de Bud, el uso del sentido del humor sin desvirtuar el argumento, y el trato realista de un huérfano no mostrando pena o condescencia, hará que el lector disfrute de este estupendo relato como si fuese una novela de aventuras. La cantidad de información que esta obra contiene en sus páginas es admirable: retrato de la Gran Depresión, descripción de la vida en crisis, cultura del pueblo afroamericano, disección de la música jazz, denuncia del racismo, paisaje del interior de Estados Unidos… Todo, absolutamente todo, tiene cabida en esta oda a la libertad en la que Bud se escapa del orfanato para buscar a un padre que nunca llegó a conocer.
La Gran Depresión ha sido un periodo histórico que literatos, sobre todo estadounidenses, han estudiado para nutrir sus relatos. Fue una década cruda, posterior al Crack del 29, caracterizada por las hambrunas, la sequía y las migraciones en pos de un trabajo digno. A estos años nos transporta Karen Hesse en “Lejos del polvo”, libro vencedor de la Medalla Newbery en 1998. La protagonista es Billie Jo, hija de granjero, quien vive en Oklahoma en un invierno de difícil cosecha. El cuento se estructura a través de cartas que Billie Jo escribe a alguien que podría ser el propio lector, en verso. La crudeza del día a día se edulcora con ilusiones que llegan a la familia, como el nuevo embarazo de Ma o las ganas de Billie Jo de aprender a tocar el piano. A pesar de la lucha diaria, la desgracia se cierne sobre ellos y un incendio provoca quemaduras en ambas, falleciendo Ma y con ella el bebé. Billie Jo sobrevive pero el dolor le aleja de su padre, aunque el tiempo acaba curando su pesar y nuestra amada protagonista regresa a la granja para convivir con él y fuertemene salir adelante. Una historia de superación y de épocas pasadas terribles y difíciles que nos harán valorar el presente que tenemos.