Algunos cuentos suponen un hito por su atrevida propuesta y por su voluntad de romper tradiciones o cuestionar valores arraigados. Los libros del genial Pef (Pierre Elie Ferrier) son de este estilo, especialmente “La bella y lisa pera del príncipe de Motordu”. El relato se construye como una fantasía de estilo medieval, con príncipes, princesas, castillos, caballos, etc. El príncipe de Motordu tiene ciertos problemas a la hora de construir frases, ya que confunde unas palabras con otras. En dichos juegos de palabras y confusiones del protagonista nacen las absurdeces que dotan de sentido de humor a este relato. Por supuesto, estos ingeniosos juegos cobran sentido en el idioma original del cuento, el francés, lo cual lo convierte en una obra de difícil traducción. Aun así, el surrealismo que es narrado es plasmado también en las ilustraciones del propio Pef, y niños de cualquier región pueden disfrutar de cómo los príncipes y princesas son reducidos al ridículo en esta hilarante historia.
Mientras que en la primera entrega de Corduroy el osito protagonista lucha por ser comprado y finalmente disfruta de una vida en familia, en esta segunda parte se enfrenta a una situación desesperada en lo que parecía ser una jornada divertida para él y su familia. Corduroy acude con Lisa y su madre a la lavandería. Siempre atento a lo que hacen los humanos, Corduroy queda fascinado por cómo Lisa chequea los bolsillos para no introducir nada de valor o por error en la lavadora. El osito quiere hacer lo mismo, pero se percata de que no tiene bolsillos. Sin avisar a Lisa, Corduroy se va a buscar material para fabricarse uno, pero inevitablemente se acaba perdiendo y vuelve a la lavandería en el cubo de un artista. Por suerte, Corduroy acaba siendo rescatado al día siguiente y no hay momento más feliz que su reencuentro con su familia. Don Freeman sabía perfectamente cómo tratar temas como la seguridad infantil o tener una familia que te quiera, pues él mismo era huérfano y en su vida se sintió como un juguete abandonado y rescatado de forma feliz.
Al igual que sucede con “Ede y Unku”, la novela “Los niños del número 67” es otro clásico del periodo de entreguerras en Alemania. No obstante, éste es más ambicioso en su recorrido y hace una descripción de los primeros pasos de los nazis en la política del país. El título se debe a una pandilla de niños que son vecinos. Los protagonistas, y líderes de la banda, son Erwin y Paul. La situación de las familias de ambos es diferente, pero Erwin y Paul se unen para defenderlas y mostrar valores de solidaridad. Aunque la época nazi es una mancha en la historia de Alemania, antes del ascenso de éstos al poder la situación económica del país era desastrosa, consecuencia de la derrota en la Primera Guerra Mundial. Ése es el periodo donde se centra la historia. Se trata de una época de agitación en la que tu ideología te cambiaba la vida por completo, y prácticamente estabas obligado a posicionarte en un bando u otro. Amigos y familiares con frecuencia se enemistaban. A pesar de los amargos tragos del destino, al final del libro los niños del número 67 se reúnen en Suiza al final de la guerra y empiezan a propagar valores de libertad y respeto. Este retrato tan fresco de una época tan concreta nace precisamente de la experiencia del matrimonio Tetzner-Held, quienes tuvieron que huir de los nazis.