El boom de las novelas que fueron una crítica al racismo inherente en Estados Unidos tiene un buen ejemplo en “La danza de los esclavos”. Premiada con la prestigiosa Medalla Newbery en 1974, Paula Fox nos habla desde un punto de vista nada habitual en estas historias, el de la persona de raza blanca que supuestamente debe reprimir a los esclavos. El protagonista es Jessie Bollier, un chico que es secuestrado a la fuerza de su Nueva Orleans natal para ser llevado a bordo del Moonlight. En dicho barco un número considerable de esclavos son transportados a Cuba. Jessie debe actuar como negrero, pero su naturaleza bondadosa le hace sentir cada vez más asco por los comerciantes y explotadores de personas. Su actitud acaba dejándolo en un peligroso umbral entre ambos bandos. Jessie toca una pequeña flauta para animar a los esclavos, pero sólo se siente cómplice de los esclavistas. Ese sentimiento lo acompañará de por vida, y su participación en el intercambio de esclavos convertirán a Jessie en un ser infeliz sin oportunidad de redención. Otro ejemplo más de la brutalidad histórica que fue la esclavitud.