“La señora Doubtfire” probablemente forma parte del imaginario popular por su adaptación cinematográfica, protagonizada por el eterno Robin Williams. Para quien no lo supiera, la historia está inspirada en una genial novela de Anne Fine. El argumento es el mismo: una familia destruida por un divorcio nada amistoso. Daniel, el padre, y Miranda, la madre, no consiguen ponerse de acuerdo, sobre todo por los despistes de él y la intransigencia de ella. Nominada al Guardian Children Fiction’s Prize, esta novela sabe emplear el humor para hablar de problemas de familia, dando un paso más allá. Daniel se disfrazará de señora y llegará a ser la criada de su propia casa. Sus tres hijos enseguida descubren el pastel, pero se callan para poder pasar más tiempo junto a su progenitor. La tensión se mantiene por el miedo del lector a que Daniel sea descubierto por Miranda, aunque el relato está cargado de momentos cómicos. La autora nos hace llegar honestamente una historia familiar sin dejar de lado los dramas más cotidianos y solicitando a los padres divorciados que se lleven lo mejor posible por el bien de sus hijos, los principales perjudicados por sus desacuerdos.
Cuando uno es adolescente se cree a sí mismo el Rey del Mundo. Este sentimiento es el que comunica la célebre escritora australiana Robin Klein en “¡Te odio, Alison!”. La protagonista, Erica Yurken, quiere acabar con todo lo que no le gusta y guiarse a través de la vida según sus convicciones. Empezando por cambiarse el nombre, que considera estúpido, y llegando a ser la chica perfecta. El camino de Erica, como el de cualquier adolescente, se llena de imprevistos y trabas que la confundirán en su búsqueda de la felicidad. Alison Ashley aparece en escena para rivalizar con Erica, sintiéndose nuestra joven heroína inferior a su lado. La inseguridad, la indignación y la desesperación, sensaciones tan a flor de piel en un adolescente, son excelentemente descritas por Klein. Tarde o temprano Erica acaba resignándose y dándose cuenta de que las cosas no son como ella piensa. Madurar a tiempo es el mejor remedio posible para alcanzar una felicidad más real que la que Erica ansiaba. Un excelente libro para educar en el comportamiento a muchos adolescentes.