Si el autor e ilustrador australiano Stephen Michael King es célebre por dibujar libros de otros, algunos autores clásicos incluso, esta vez es él quien se atreve con su propia obra. Sus inconfundibles trazos están cargados de color y derrochan simpatía, sensaciones que van a la par con la trama de “Henry y Amy”. En este canto a la amistad, Michael King habla de dos amigos improbables que acaban haciéndose inseparables. Henry es más visceral, travieso y curioso; mientras que Amy es refinada, lista y cuidadosa. Ambos se conocen por pura casualidad, pero desde el primer momento se sienten bien el uno junto al otro y empiezan a respetar sus diferencias. Este respeto mutuo acaba demostrándose como el principal pilar de una buena amistad, valor que cualquier persona debería aprender desde bien niño. Y es que el equipo que Henry y Amy conforman es capaz de todo. La crítica avaló el libro de Michael King concediéndole el CBCA de Australia.
Hay novelas para jóvenes que no ofrecen concesiones en su temática. “Soy el rey del castillo” es una de ellas. Susan Hill quiso recalcar que el poder de lo malvado prevalece en nuestro mundo, y en cualquier rincón se puede atisbar crueldad e injusticia. En este relato se denuncia todo ello en el marco de dos niños que no se llevan bien y en el cual su comportamiento llega a extremos insospechados. Charles y Edmund tienen once años, y ambos están condenados a vivir juntos porque la madre de Charles pasa a ser ama de llaves del padre de Edmund. Éste último hace la vida imposible al débil Charles. Por si esto fuese insuficiente, los dos chicos acuden al mismo internado y Edmund roba las amistades a Charles, quien no soporta el dolor acumulado y acaba suicidándose. Aunque la medida puede parecer desesperada a ojos del lector, lo cierto es que muchos niños que hayan sufrido acosos en su infancia se sentirán identificados con Charles. Nadie es propiedad de nadie, y cualquier intento de abuso debe ser denunciado y consecuentemente castigado.