“El chico del río” aborda con habilidad la temática de la comunicación intergeneracional, especialmente entre abuelos y nietos. Jess y su abuelo tienen muy buena relación, pero el anciano sufre una enfermedad y su hora está cerca. Para satisfacer sus últimos deseos, la familia de Jess viaja junto con el abuelo al lugar donde éste creció y se crió, un precioso y misterioso valle. El abuelo quiere pintar un cuadro llamado “El chico del río” empleando el bello paisaje. Jess se entretiene nadando a lo largo del río que fluye por el valle, y ella acaba conociendo a un extraño chico que nada muy bien. Curiosamente, este personaje desaparece al fallecer su abuelo… El uso de la fantasía sobrenatural junto a temas de enfermedad y muerte es llevado a la perfección por Tim Bowler, quien recibió por esta espléndida novela la Medalla Carnegie en 1997.
Quizá un género que se eche de menos en la literatura infantil y juvenil es el deportivo. Nos referimos a la narración de historias a través de jóvenes que quieren convertirse en deportistas, de forma realista, y sin dejar de lado los cambios de la adolescencia y los problemas más mundanos. Por mostrar todo ello, “Alex” se convirtió en un hito. La neozelandesa Tessa Duder se valió de su propia experiencia en los Juegos de la Commonwealth y de la competitividad en el deporte para crear su más célebre personaje. Alejandra Archer se desvive por la natación para poder representar a su país en los Juegos Olímpicos. Su rival, Maggie, no le pondrá las cosas nada fáciles. Pronto, la piscina se convertirá en la nueva casa de Alex, y se dará cuenta que su obsesión por el deporte no puede ser bueno. Al tiempo, experimentará cambios y otros problemas de la adolescencia, con altas dosis de estrés en todos los sentidos. Alex añora tener una vida normal. Además, esta novela es una crítica al alto rendimiento en el deporte. Esencial por su escenario realista y apasionante.