“Oro en polvo” da lecciones a los adolescentes, dueños de su futuro, y a los padres de los mismos. La autora inglesa Geraldine McCaughrean emplea a menudo en su obra este recurso, el de aleccionar a los adultos para que los jóvenes lectores no cometan los mismos errores que sus mayores. En este caso nos traslada a un pequeño poblado de Brasil, en el cual surge una repentina fiebre del oro a causa de que los niños protagonistas, Maro e Inez, cavasen un agujero cerca de la tienda de su padre. La fiebre desatada es una metáfora de la codicia del ser humano, y además de las peleas entre avariciosos la tranquilidad del pueblo se ve afectada. Premio Infantil Whitbread en 1994, esta genial novela también inculca valores positivos, como el del esfuerzo. Y es que el trabajo constante tarde o temprano da sus frutos, mientras que uno no puede pretender hacerse rico sin ningún motivo y de la noche a la mañana.
En “El príncipe feliz” encontramos un relato conmovedor y lleno de humanidad, uno de los más conocidos de Oscar Wilde. El protagonismo recae sobre una estatua de un príncipe antaño querido. Este príncipe no deja de sufrir por el hambre y la miseria que azotan la ciudad que gobernaba. Sumido en la tristeza, aprovecha el parón de un ave migratoria sobre su estatua para pedirle que ayude a la gente llevándole partes de la propia estatua: rubís, oro, zafiros… Los habitantes de la ciudad cada vez viven mejor y salen de la miseria, pero el invierno llega y el ave muere por no haber llegado a tiempo. En ese momento, el corazón de plomo del príncipe se parte. El alcalde manda derretir la estatua pero no consigue fundir el corazón. Finalmente, un ángel celestial se lleva los dos bienes más preciados de la ciudad: el ave y el corazón roto. Como vemos, es una historia totalmente enternecedora y que invita a reflexionar sobre nuestra relación con el prójimo, y si de verdad nos comportamos como deberíamos.