La Medalla Carnegie de 1995, que reconoce a la mejor novela para adolescentes y jóvenes del Reino Unido, recaló en “Luces del Norte”, de Philip Pullman. Concebida como la primera parte de una trilogía (“La Materia Oscura”), se trata de una historia que desde el primer momento hace alarde de sus peculiaridades y extrañezas. La acción tiene lugar en un universo diferente al nuestro pero con elementos que en parte nos hacen identificarnos con él, y donde el lector es capaz de discernir lo bueno de lo malo. La protagonista absoluta de la saga es Lyra, una niña de espíritu aventurero, rebelde, irreverente y nada al uso. Sus indagaciones se entrecruzan con hechos más graves, como el intento de asesinato de su tío o la desaparición de jóvenes. Lyra deberá enfrentarse ella misma a sus propios descubrimientos y aceptarlos. El universo creado por Pullman nos muestra también avances tecnológicos y científicos, dilemas éticos y productos de la fantasía como animales que hablan y espíritus que se aparecen. Todo ello aporta sensación de inmensidad, de que estamos ante una gran obra y una gran saga, y lo que se nos muestra es sólo una minúscula muestra de un maravilloso mundo por descubrir.
La historia de aventuras en el mar narrada por Charles Hawes en “La fragata oscura” nada tiene que ver con otras novelas del género, en las cuales se ensalza la vida del marineo. El protagonista de este relato es Philip Marsham, un huérfano inglés que por error dispara un arma y se ve obligado a embarcarse en el barco “Rosa de Devon”. Si Philip pisa tierra firme, sería condenado a morir ahorcado. Por ello, no le queda otra escapatoria que convivir con los bandidos y piratas y su forma de ser. La narración de Hawes es excesivamente realista, y quizá crea una atmósfera cargada de desasosiego y desesperanza en torno a su protagonista. No obstante, el mensaje positivo es que un hombre debe estar orgulloso si posee una fuerte moral. Así se siente Philip, un buen hombre entre un puñado de malas personas. Quizá ésa sea la forma de redimirse. El libro está cargado de referencias a los viajes marítimos del siglo XVII, entre las cuales se puede remarcar especialmente la jerga de alta mar.