La Medalla Carnegie de 1994 tuvo como galardonada a la escocesa Theresa Breslin y su relato sobre un niño triste y que no se siente a gusto en ninguno de los entornos en que le toca vivir. Solomon tiene dislexia, y por su condición no es tratado bien por sus compañeros ni por sus maestros. Además, viene de un hogar destrozado por una madre fugitiva y un padre sumido en el alcoholismo. El nombre de la novela, “Susurros en el cementerio”, se basa en las escapadas que Solomon efectúa a un camposanto, único lugar en el que no se siente a disgusto. Tras percibir susurros extraños, se dará cuenta que se encuentra en medio de una imperecedera lucha sobrenatural entre las fuerzas del mal y las del bien. Solomon pasa de ser ninguneado a un héroe porque su implicación resulta esencial para salvar a la hija de un maestro. No es casualidad que esta historia fuera aclamada por la crítica, y es que Breslin ha declarado en más de una ocasión que es una forma de mostrar cómo el ambiente puede condicionar la forma de ser de un adolescente, muy maleable, y de las metáforas sobre las buenas y las malas decisiones en la vida.