Emma Smith estableció en “No hay manera de saberlo” un curioso género resultado de mezclar la novela rural con la intriga. Publicado en 1972, este libro narra la vida de Amy junto a su abuela en una región del interior de Gales. Entre tanta montaña y paisaje cautivador es muy fácil quedar aislado, como les sucede a ambas protagonistas. Curiosamente, el mal tiempo no es el único de los contratiempos que aparece en el relato. Un día, reciben la visita de un desconocido que se lleva algo de comida sin mediar palabra. Más adelante, otros dos hombres diferentes y con esquís irrumpen buscando al susodicho. Como el título bien dice, no hay manera de saber quiénes son esos misteriosos visitantes. Sólo más adelante Amy su abuelita sabrán que todo estaba relacionado con una conspiración criminal de escala internacional. Smith sabe compaginar suspense con tranquilidad, alternando el ritmo frenético de las visitas con las relajadas descripciones de los valles galeses. Por supuesto, también hay cabida para la relación abuela-nieta, en la que se produce el intercambio habitual de sabiduría y vitalidad que todos hemos experimentado en nuestras vidas.
Jane Gardam quiso alejarse de la tendencia de muchas novelas que fueron publicadas en Reino Unido en los años 60 y 70 y que tratan temáticas complejas y angustiosas. Esta autora empleó la Segunda Guerra Mundial como marco temporal pero ofrece un escenario sencillo, un reducto de felicidad entre tanta inseguridad. La protagonista es Jessica Vye, una adolescente de trece años apasionada de la escritura y que vive en el norte de Inglaterra. En un pueblo de gente pobre y tradicional, Jessica sabe aferrarse con inteligencia a la rutina para disfrutar de la vida. Saborea lo aprendido en la escuela y la tranquilidad de su hogar. Incluso se permite el lujo de soñar con un futuro bonito y próspero, pese a que corren malos tiempos. Un toque de dramatismo lo aporta un prisionero de guerra italiano que intercambia confesiones con Jessica. Cualquier joven lector se querrá ver reflejado en Jessica y en sus valores de ilusión, sencillez y optimismo.