La Medalla Carnegie de 1994 tuvo como galardonada a la escocesa Theresa Breslin y su relato sobre un niño triste y que no se siente a gusto en ninguno de los entornos en que le toca vivir. Solomon tiene dislexia, y por su condición no es tratado bien por sus compañeros ni por sus maestros. Además, viene de un hogar destrozado por una madre fugitiva y un padre sumido en el alcoholismo. El nombre de la novela, “Susurros en el cementerio”, se basa en las escapadas que Solomon efectúa a un camposanto, único lugar en el que no se siente a disgusto. Tras percibir susurros extraños, se dará cuenta que se encuentra en medio de una imperecedera lucha sobrenatural entre las fuerzas del mal y las del bien. Solomon pasa de ser ninguneado a un héroe porque su implicación resulta esencial para salvar a la hija de un maestro. No es casualidad que esta historia fuera aclamada por la crítica, y es que Breslin ha declarado en más de una ocasión que es una forma de mostrar cómo el ambiente puede condicionar la forma de ser de un adolescente, muy maleable, y de las metáforas sobre las buenas y las malas decisiones en la vida.
El inglés James Watson efectúa en “Palabras a media voz” una denuncia velada del Chile de Pinochet en particular, y de cualquier país donde exista represión en general. Todo lo hace a través de Andrés, un chico cuyo padre es llevado a la fuerza por los militares chilenos. La vida de Andrés pasa de la aparente normalidad a la pesadilla, llegando al clímax cuando es enviado a una casa de torturas. Andrés lo pasa realmente mal, pero su espíritu por alcanzar la justicia es infatigable. Watson escribió una oda a los Derechos Humanos, Civiles y Sociales. La calidad de la obra incrementa notablemente con el marco de una ficción histórica, y con el estilo del autor que destila elementos de guion, periodismo y locutor de radio. En definitiva, ésta es una obra que cualquier adolescente inquieto por la búsqueda de la justicia debe visitar tarde o temprano.