Qué mejor forma de contarle a un adolescente un periodo difícil y oscuro que con sentido del humor. Y, si es con animales, mejor que mejor. Esto es lo que consigue Bernardo Atxaga a través de su hilarante “Memorias de una vaca”. Mo, la vaca protagonista, vive en Balanzategui en un valle. Su colega es La Vache qui Rit y, como podemos imaginar, ambas conforman un tándem que arrancará la sonrisa de cualquier lector. Mo quiere ordenar su vida y por ello comienza a escribir sus memorias. Otro personaje entrañable es Bernadette, una monja que la cuida. Y, a través de la propia Mo, conocemos la existencia del Pesado, una especie de voz que encauza la conducta de nuestra peculiar protagonista. A Mo no le gusta ser una vaca, pero esto no es lo único que la atormenta. “Memorias de una vaca” trata temas como la amistad y la soledad de forma novedosa, y además emplaza la historia en la posguerra de España, un momento difícil que así si que apetece revisitar.
Lo usual en literatura infantil, sobre todo si el rango de edad es inferior a 10 años, es que las lecciones vayan dirigidas a los pequeños lectores. “Ahora no, Bernardo” es una excepción a esta regla. Bernardo es un niño que, como todo hijo, requiere ocasionalmente la atención de sus padres. No obstante, éstos están demasiado ocupados con sus asuntos y dejan a Bernardo como última tarea pendiente. Ni siquiera cuando Bernardo alerta de la existencia de un horrible ser en el jardín sus padres reaccionan a tiempo. El monstruo engulle a Bernardo y, yendo la historia un paso más allá, sustituyo al niño como hijo. Los padres no se molestan ni en mirar para percatarse que no es su hijo el que está ahora en la casa. David McKee emplea una ingeniosa combinación de ilustraciones y texto para reñir a aquellos padres que desatienden a sus hijos. Y es que muchas veces hay que controlar la situación antes de que sea demasiado tarde. Los lectores más pequeños disfrutarán aleccionando a sus progenitores con este fabuloso cuento.