Qué mejor forma de contarle a un adolescente un periodo difícil y oscuro que con sentido del humor. Y, si es con animales, mejor que mejor. Esto es lo que consigue Bernardo Atxaga a través de su hilarante “Memorias de una vaca”. Mo, la vaca protagonista, vive en Balanzategui en un valle. Su colega es La Vache qui Rit y, como podemos imaginar, ambas conforman un tándem que arrancará la sonrisa de cualquier lector. Mo quiere ordenar su vida y por ello comienza a escribir sus memorias. Otro personaje entrañable es Bernadette, una monja que la cuida. Y, a través de la propia Mo, conocemos la existencia del Pesado, una especie de voz que encauza la conducta de nuestra peculiar protagonista. A Mo no le gusta ser una vaca, pero esto no es lo único que la atormenta. “Memorias de una vaca” trata temas como la amistad y la soledad de forma novedosa, y además emplaza la historia en la posguerra de España, un momento difícil que así si que apetece revisitar.