La saga para lectores primerizos más celebrada de Italia en las últimas dos décadas es la que tiene por protagonista a la vaca Taca. Este primer libro, titulado con toda lógica “La vaca Taca” (“La mucca Moka” originalmente), nos presenta a esta carismática bovina y su afán por aprender y mejorar. Taca se encuentra un día en los pastos del valle una moneda, y la emplea para ir a la ciudad. En ella se dedica a algo que siempre ha soñado, aprender a hacer chocolate caliente. De vuelta al valle, Taca importa la idea y empieza a cocinar su propio chocolate, el cual pronto cobra fama entre los animales y personas que lo habitan, haciendo rica a nuestra entrañable vaca. La prosperidad desde entonces no aminorará para Taca, y ésta además no perderá sus valores de humildad y solidaridad con los que siempre han sido sus amigos y los nuevos compañeros que ahora la necesitan. Esta es verdaderamente una lección de la que todo niño se debe empapar en las obras de Agostino Traini. Y de buen seguro que los más pequeños lo harán, pues además de la historia los dibujos, multicolores y expresivos, invitan a ello.
Qué mejor forma de contarle a un adolescente un periodo difícil y oscuro que con sentido del humor. Y, si es con animales, mejor que mejor. Esto es lo que consigue Bernardo Atxaga a través de su hilarante “Memorias de una vaca”. Mo, la vaca protagonista, vive en Balanzategui en un valle. Su colega es La Vache qui Rit y, como podemos imaginar, ambas conforman un tándem que arrancará la sonrisa de cualquier lector. Mo quiere ordenar su vida y por ello comienza a escribir sus memorias. Otro personaje entrañable es Bernadette, una monja que la cuida. Y, a través de la propia Mo, conocemos la existencia del Pesado, una especie de voz que encauza la conducta de nuestra peculiar protagonista. A Mo no le gusta ser una vaca, pero esto no es lo único que la atormenta. “Memorias de una vaca” trata temas como la amistad y la soledad de forma novedosa, y además emplaza la historia en la posguerra de España, un momento difícil que así si que apetece revisitar.
Actualmente el cuento de “La vaca naranja” es muy famoso. Se trata de un clásico de los relatos para niños. Lo que poca gente sabe es que fue escrito por un niño de siete años llamado Nathan Hale y que su padre lo descubrió y lo envió a un editor francés. Más adelante sería publicado en la editorial Flammarion, donde sorprendió por su frescura y su originalidad. El cuento trata de una vaca de color naranja que escapa de su granja dispuesta a vivir aventuras inolvidables. No obstante, enseguida enferma y precisa la ayuda de un amable zorro para curarse. El zorro se toma muy en serio su labor de enfermero y cuida a la vaca naranja con muchísimo esmero. Cuando la vaca consigue recuperarse, el dueño de ella, el señor Leblanc, ha puesto un anuncio en el periódico ofreciendo una recompensa. La vaca naranja vuelve a su hogar y el zorro entonces es compensado por haber tratado de forma tan generosa a su nueva amiga. Por supuesto, los animales protagonistas hablan y enseñan puntos débiles del ser humano, y muestran que las apariencias a menudo engañan.
La protagonista de esta maravillosa aventura escrita por Krasilovsky es Hendrika, una vaca gorda que se aburre en su granja. Por ello, un día se escapa y se sumerge en el río, subiendo a duras penas a una balsa. En ella, puede ver las maravillas del paisaje de los Países Bajos: tulipanes, molinos, tiendas de queso, canales… Gracias a la corriente llega a la ciudad, donde monta un alboroto al empezar a correr. Por suerte su amo está allí y la recoge para llevarla a casa, aunque entonces Hendrika ya está satisfecha de todo lo visto. El relato es tranquilo, y el ritmo del río se nota en la propia lectura. Las imágenes de Peter Spier maravillan por su color y por la preciosidad del paisaje evocado, realizadas con pluma y acuarelas. La vaca protagonista se debate entre la timidez y el alboroto, siempre con buenas intenciones.