El Nestlé Children’s Book Prize del año 2000 fue a parar a William Nicholson y su “El silbador del viento”. Esta novela es la primera de una trilogía de fantasía pura y dura, con toques mitológicos y características que recuerdan a épocas históricas reales. El eje narrativo contiene leyendas, ciudades amuralladas, reyes injustos, nombres propios, ejércitos, guerra y todo tipo de elementos idiosincráticos de una buena ficción épica y fantástica. El título del libro deriva de un extraño silbador que mantenía felices a los habitantes de Aramanth. La entrega de éste al ejército invasor tranquilizó a los opresores, siendo el punto de partida para desarrollar una historia conmovedora de lucha por la paz. El mundo creado por Nicholson se sostiene a la perfección a la vez que entretiene a los lectores adolescentes ávidos de fantasía.
El relato de “El conejo de terciopelo” es muy sentimental y con ciertos aires de tristeza. Cuenta la historia de un conejo de peluche que es regalado a un niño, pero que pronto se aburre de él y lo deja en segundo plano. Más adelante, cuando pierde sus juguetes y solo puede recurrir al conejo, el niño no se separa de él y el peluche se siente muy dichoso. Además, puede incluso participar con conejos reales, sintiéndose de verdad. Sin embargo, el niño se pone enfermo y el conejo lo consuela, y al recuperarse el médico aconseja quemarlo para evitar infecciones. Al conejo se le escapa una lágrima real. Se trata de una historia adaptada en diferentes medios y que inspira el apego por los peluches tan típico de mitad del siglo XX, y que ha sido imitada por otros tantos relatos.
Esta historia, escrita en 1926 por William Nicholson, cuenta cómo un juguete de un soldado que toca los platillos va en busca de su dueña, la cual marcha a visitar a su tía y lo olvida. El soldadito persigue el tren de Mary, la joven dueña, corriendo hasta alcanzarlo al mismo tiempo que llega a destino. Ella se alegra mucho al recuperarlo. Aunque Nicholson ideó este libro por pura diversión, demuestra una maestría artística e innovaciones en la ilustración. Actualmente sus imágenes parecen de otro tiempo, pero evocan la belleza de su tiempo. El libro está lleno de autoguiños y dedicatorias encubiertas del autor. Un clásico.