La Medalla Carnegie de 1995, que reconoce a la mejor novela para adolescentes y jóvenes del Reino Unido, recaló en “Luces del Norte”, de Philip Pullman. Concebida como la primera parte de una trilogía (“La Materia Oscura”), se trata de una historia que desde el primer momento hace alarde de sus peculiaridades y extrañezas. La acción tiene lugar en un universo diferente al nuestro pero con elementos que en parte nos hacen identificarnos con él, y donde el lector es capaz de discernir lo bueno de lo malo. La protagonista absoluta de la saga es Lyra, una niña de espíritu aventurero, rebelde, irreverente y nada al uso. Sus indagaciones se entrecruzan con hechos más graves, como el intento de asesinato de su tío o la desaparición de jóvenes. Lyra deberá enfrentarse ella misma a sus propios descubrimientos y aceptarlos. El universo creado por Pullman nos muestra también avances tecnológicos y científicos, dilemas éticos y productos de la fantasía como animales que hablan y espíritus que se aparecen. Todo ello aporta sensación de inmensidad, de que estamos ante una gran obra y una gran saga, y lo que se nos muestra es sólo una minúscula muestra de un maravilloso mundo por descubrir.
“La maldición del rubí” fue todo un fenómeno editorial de la literatura juvenil. Su marco histórico, el Londres de la época victoriana (siglo XIX), le aportaba más interés a una historia de por sí apasionante. Sally Lockhart, protagonista de las cuatro novelas de esta serie, encuentra fortuitamente a su padre muerto en su despacho. Éste es el punto de partida de una sucesión de intrigas que harán peligrar la propia vida de Sally, la cual se enfrentará a amenazas, misterios, acertijos y advertencias. Sally acabará comprendiendo que la persigue el señor Holland, quien realmente buscaba un extraño rubí de su padre y al cual conoció en la India. A medida que la tensión crece se destapan problemáticas sociales como la corrupción, la piratería o el tráfico de drogas. Esta amalgama de temáticas, de profundidad en el desarrollo sin perder un ápice de suspense, le permitieron a Philip Pulman hacerse merecidamente con el Premio Astrid Lindgren Memorial en 2005.