Las novelas deportivas tienen entre el público joven uno de los sectores más fieles. Así lo demostró, una vez más, el australiano james Moloney con su saga centrada en el atleta Gracey. El primer libro, “El joven Dougy”, recibe el nombre del hermano adolescente de Gracey. Por un lado, Dougy siente verdadera admiración por su hermano mayor y por los éxitos que cosecha. Por otro lado, esto supone una losa para su motivación y se considera a sí mismo un fracasado. Los dos hermanos son aborígenes, hecho que le abrirá puertas a Dougy además de su elevada estatura. Los éxitos de Gracey incrementan el reconocimiento del pueblo aborigen en Australia, pero por otro lado reavivan las tensiones raciales. De hecho, su devenir es sólo una excusa para mostrar un trasfondo de violencia e injusticia. Dougy encontrará su sitio en el mundo pero antes deberá sufrir. Como podemos ver, valores de igualdad, solidaridad y esfuerzo son transmitidos a través de esta excepcional historia que emplea el atletismo como excusa.
El Premio Whitbread Children’s Book de 1993 fue a parar a “Bebés de harina”, un cuento de la querida autora inglesa Anne Fine. Esta escritora se ha caracterizado siempre por su sensibilidad narrativa sin perder un ápice de humor o de atractivo. En este relato, protagonizado por Simon Martin, se nos plantea un ingenioso modo de responsabilizar a los adolescentes y concienciarlos frente a su futura vida adulta. En la escuela se les manda que cuiden de un saco de harina como si fuera su propio hijo. El descuido puede costar la asignatura a los jóvenes. Aunque este método es recibido con desagrado, además de la responsabilidad general, los personajes aprenderán lo costoso que puede ser sufrir una paternidad en la adolescencia, y cómo te puede condicionar la vida por completo. Simon refleja sus sentimientos en un diario, y a través de éste veremos cómo madura hacia una mentalidad más adulta, hecho demostrado cuando el protagonista acaba comprendiendo los enfados de su madre. Los “bebés de harina” acaban siendo un simulacro de la vida adulta para los escolares y una maravillosa metáfora que que ahondará en cualquier lector.
La relación entre los padres y los hijos resulta siempre complicada, sobre todo porque cada uno posee un punto de vista totalmente antagónico al del otro. Asimismo, los padres suelen obrar mal cuando presionan a sus hijos a ser igual que el resto de niños, o como a ellos les gustaría que fuesen. Este escabroso tema es tratado a la perfección por Robert Kraus en “Leo, el retoño tardío”. Leo es un tigre que todavía no sabe leer ni escribir, mientras que el resto de sus amigos animales sí. Su padre se desespera porque su hijo no está a la altura que se espera de él, y la madre, más paciente, le insta a aguardar el éxito de Leo. Cuando Leo finalmente se desarrolla adecuadamente, sus logros son celebrados. Las ilustraciones del filipino Jose Aruego rebosan humor y retratan muy bien el estado de ánimo de Leo y cómo lo ven sus familiares y amigos. Con este libro se satiriza el comportamiento a veces extremista de unos padres sobreprotectores y obsesionados con la educación de su hijo, y permite a los niños quitarse presión de cara a su rendimiento en la escuela.
Si se buscan historias que den lecciones a los niños de forma efectiva, “Una niña mal educada” es un buen ejemplo de ello. La protagonista es Lucrecia Crum, una niña que tiene un comportamiento desdeñable, pues no tiene ningún reparo en eructar y tirarse pedos en público, en escupir a los demás, en robar o en chillar sin sentido. Se trata de la típica niña a la cual hay que aplicar métodos impactantes para poder corregir. Como Lucrecia contagia a sus amigos y los vuelve maleducados, los padres de todos ellos confabulan para aparecer en una fiesta de cumpleaños disfrazados y portarse peor que nadie. Los niños, que se ven desbordados, lloran amargamente al ver que hay gente peor que ellos, entonces comprenden que su comportamiento es nefasto. Lucrecia pasa a ser una adorable pequeña y los niños empezarán a discernir el bien del mal. El estilo de las ilustraciones puede recordar a series como Oliver Postgate y Peter Firmin, ya que son de la misma autora que este libro, Babette Cole.