Esta ganadora del Young Africa Award es un retrato de la vida en la calle. Aunque los acontecimientos transcurren en Ciudad del Cabo, uno puede imaginar que es algo que se da en cualquier gran ciudad del planeta. Johnny es un niño procedente de una familia de ocho hermanos, siendo el más pequeño. Nacido ya en un distrito marginal, Johnny no sabe prácticamente nada de sus hermanos, muchos de los cuales han desaparecido o han sido víctimas de la vorágine urbana. Uno de ellos, Abraham, está vinculado a una banda de criminales, y afectará indirectamente a Johny. Diferentes escenarios como mercadillos, tenderetes, chabolas o, incluso, la prisión, nos son mostrados para que seamos conscientes de la cantidad de gente que sobrevive como puede en condiciones tan extremas. Lesley Beake clama contra las injusticias de la sociedad en “Niños de la calle”, y demanda que muchos no tienen la oportunidad de ser felices por no haber nacido en el lugar adecuado.
Instruir a los niños desde la literatura es algo recurrente. Pero tratar temas escabrosos no lo es tanto, y menos en un cuento dirigido a menores de 10 años. “Los cien vestidos” es, por lo tanto, una propuesta atrevida que denuncia el acoso escolar, un tema tan de moda ahora cmo hace 70 años, cuando se publicó. La obra de Eleanor Estes nos cuenta cómo Wanda Petronski es menospreciada por su origen polaco en Estados Unidos. No es un ostracismo a todos los niveles, sino que sus compañeros se ríen de su apellido, de su forma de ser y de su acento. Las dos principales inquisidoras son Maddie y Peggy. La situación se torna verdaderamente dramática cuando la familia de Wanda debe emigrar para hacer frente a las penurias económicas y al clima de recelo hacia los polacos. Por suerte, todos acabarán valorando a Wanda cuando descubren que es una diseñadora excelente y que ha ganado un concurso con sus cien vestidos bocetados. Las enemigas de ella acaban alabándola y disculpándose, y el final es feliz en contraste con el desarrollo de la historia. La envidia y los malos sentimientos hacia los demás hay que dejarlos totalmente de lado, y eso es lo que nos enseña “Los cien vestidos”. Además, las ilustraciones de Slobodkin son deliciosas y sin parangón.