Aunque haya géneros de ficción para jóvenes y adolescentes que están más que trillados, si las diferentes obras tienen éxito se debe a que cada una ofrece una propuesta de valor distintiva. En el caso de “¡Abajo el “colejio”!” dicha propuesta es el lenguaje empleado en la obra. Este clásico del cómic irreverente de escuelas e internados supuso un hito en los años 50 por sus vocablos premeditamente erróneos y el casi malsonante uso de la palabra. El tándem formado por Geoffrey Willans y Ronald Searle creó la saga de Nigel Molesworth, el narrador de la historia, quien advierte al lector de cómo uno se debe comportar en la escuela. El estilo de Molesworth es macarra, coloquial y lleno de fallos ortográficos, lo cual deleitará al lector. También son atractivos el trasfondo satírico de Willans y los agudos dibujos de Searle. Las posteriores reediciones del cómic han puesto de nuevo sobre la mesa el inmenso valor crítico de la obra.
La historia de “El reloj de cuco” maravilla por las aventuras fantásticas que se suceden. La protagonista, Griselda, se va a vivir con sus tías a una mansión victoriana donde no tiene nadie con quien jugar. Harta de una atmósfera opresiva y de un molesto reloj de cuco, le arroja un libro a éste y lo estropea. Griselda se desespera, pero el cuco del reloj se arregla a sí mismo y además la invita a disfrutar de los recovecos de la mansión, incluso presentándole a final a Phil, un chico real de buen corazón. Este libro es actualmente recordado por la ingeniosidad del cuco, aunque originalmente Mrs. Molesworth quería hacer hincapié en el sacrificio personal.