Cuando Lucy Boston escribió “Los niños de Green Knowe” lo hizo pensando en lectores menores de diez años. Es por eso que esta historia no puede ser catalogada dentro del género de terror, ni siquiera en el misterio ni en la intriga. Si esto se hace es porque precisamente contienen elementos característicos de estas temáticas: mansión aislada, apariciones de seres ya fallecidos, clima horrible que invita a permanecer en la casa, atmósfera lúgubre… Nada más lejos de la realidad, tanto esta primera entrega como el resto de la saga nos inculca valores de respeto a los tiempos pasados, y a las personas que vivieron en otras épocas. Tolly, el protagonista, llega a la casa Green Know para disfrutar unas Navidades junto a su bisabuela. Ambos son capaces de comunicarse con fantasmas o, menos despectivamente, apariciones de seres fallecidos. Es así como ambos conviven con total normalidad con Alexander, Linnet y Toby, que vivieron en la misma mansión en el siglo XVII. Todos se respetarán unos a otros, y también se cuidarán mutuamente. La tensión se genera a través de ciertos rasgos sobrenaturales en la trama, siempre en su justa dosis para hacerla atractiva y verosímil al lector.
Tratar en literatura temáticas de salud y psicología es un asunto delicado. Hacerlo en una literatura dirigida a un público adolescente, es una tarea todavía más complicada y no siempre efectiva. Eleanor Spence recibió el galardón al “Libro del Año” en Australia por “El hijo de octubre”. Aunque no ofrece su punto de vista en la narrativa, el protagonista involuntario de esta genial obra es Carl, un niño autista. En torno a él se estructura toda la trama, basada en el día a día de su familia. Afectados por la condición de Carl, la familia Mariner debe introducir cambios en su vida para acoplarse a nuestro entrañable protagonista. El más cercano a Carl es su hermano Douglas, quien acaba siendo su principal apoyo. Las tensiones en el seno de la familia se incrementan de forma progresiva, y el padre enfurece, la madre se deprime y la hija menor se ausenta. El comportamiento de Carl también es descrito a la perfección. Finalmente, todos sus seres queridos sabrán cómo actuar para hacerlo más feliz, y darán una lección al lector, quien debe asumir responsabilidades cuando se tienen casos de este tipo en una familia.
¿Quién no ha oído nunca hablar de las historias del Rey Arturo? A caballo entre la realidad y la ficción, estas leyendas medievales ambientadas en Inglaterra son posiblemente una de las fuentes de fantasía más importantes de la cultura occidental. Como todo relato folclórico, se constituyó originalmente con la tradición oral y con escritos dispersos, en este caso siendo principalmente la obra de sir Thomas Malory. El genial cuentista Roger Lancelyn Green elaboró una obra unificada y adaptada a un público más infantil, la cual publicó en 1953. El resultado es este “El rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda”, de tremendo éxito comercial. En ella se cuenta cómo un niño fruto de un rey y una vasalla es secuestrado y protegido por el mago Merlín. Más adelante, cuando el rey muere y el caos se apodera de Inglaterra, Merlín diseña una treta para conseguir alzar a Arturo como rey de Inglaterra. Y dicha artimaña no es ni más ni menos que la famosa espada en la piedra que el propio Arturo conseguirá extraer y lo proclamará rey.
Dentro de la literatura infantojuvenil de finales del siglo XIX y principios del siglo XX hubo un boom de historias con protagonista femenino. Dentro de éstas se encuentra “Ana, la de Tejas Verdes”, de Lucy Maud Montgomery. Ana Shirley llega a una granja gestionada por un hermano y hermana que ya son mayores, y los cuales buscan a un huérfano para que trabaje en ella. Ana no es lo que esperaban, aun así el hermano enseguida le coge cariño y consigue que permanezca convenciendo a su hermana. Pronto les quedará demostrado lo bueno de su elección, ya que Ana se gana la confianza de ambos e incluso se hace un nombre en toda la aldea. El final deja un cierto sabor amargo por la muerte del hermano, y porque Ana renuncia a su vida académica por quedarse en la granja. Se trata de un personaje que muestra el coraje y la vitalidad de las chicas en una época nada fácil para el género femenino. Respecto a otras historias similares, cabe destacar los toques oscuros de la misma que enganchan más si cabe a ella.