La delicadeza con la que hay que tratar temáticas como el abuso en la escuela, en el mundo de la literatura, es considerable. Y más todavía si el público potencial son lectores adolescentes. La alemana Kirsten Boie empleó su condición de maestra para hablarnos del bullying magistralmente, denunciándolo y haciéndose eco para atajarlo. El protagonista, Niklas, sufre en sus propias carnes las vilezas de Karl, un chico nuevo en el colegio. Karl le roba, se aprovecha de su amabilidad e incluso lo agrede físicamente. Nadie cree al pobre Niklas, y éste deberá batallar duramente para que su voz sea escuchada y considerada, empezando por sus propios padres, y siguiendo por los amigos, profesores e incluso la policía. Un relato espeluznante que aborda un drama cotidiano y realista, y por tanto imprescindible, alejado de las novelas de aventuras o románticas para adolescentes que suelen poblar las estanterías.
Los desastres nucleares, por desgracia, siguen presentes y muy vigentes en la sociedad contemporánea. Algunos recientes como el de Fukushima han recordado a otros más renombrados como el de Chernóbil. “La nube”, publicada en 1987, es una novela que coincidió en el tiempo con la catástrofe de Chernóbil, catapultando su éxito comercial. La protagonista es Jana-Berta, una chica alemana de catorce años que ha perdido a sus padres en la explosión de un reactor nuclear cerca de su pueblo, y quien en el transcurso del relato pierde a su hermano. Como consecuencia, Jana-Berta se ve borrada del mundo y se sume en una depresión. En una enfermería la atienden y cuando comprende la magnitud del desastre se anima a colaborar por el bien de los demás. Gudrun Pausewang nos habla de una explosión que se produjo en Alemania en otro tiempo, pero con actualidad nos critica al resto de la sociedad por intentar olvidar este tipo de acontecimientos. Todos somos culpables y debemos ser consecuentes. “La nube” es, por tanto, una advertencia permanente de los peligros del uso de la energía nuclear.
La historia narrada en “Mi amigo Friedrich” es la de dos niños que entablan una amistad en un escenario tan complejo como la Alemania nazi. El protagonista cuenta la historia siendo ya adulto, y nos hace viajar a través de su infancia y su amistad con Friedrich, un niño judío. La familia del protagonista está cargada de buenas intenciones, pero el miedo a la opresión del régimen les lleva a no actuar. De esta forma, la intensidad de la novela es progresiva, puesto que inicialmente los dos niños comparten momentos tranquilamente, pero más adelante el alzamiento de los nazis provoca una forzosa y trágica separación. La crítica a la ideología nazi a cargo de Hans-Peter Richter es voraz, e impacta especialmente el hecho de que el mal se instaurara como algo común y corriente. “Mi amigo Friedrich” le valió el Premio Mildred L. Batchelder a Richter en 1972, y, al igual que otras dos novelas juveniles suyas, se inspira en sus propias experiencias.
Al igual que sucede con “Ede y Unku”, la novela “Los niños del número 67” es otro clásico del periodo de entreguerras en Alemania. No obstante, éste es más ambicioso en su recorrido y hace una descripción de los primeros pasos de los nazis en la política del país. El título se debe a una pandilla de niños que son vecinos. Los protagonistas, y líderes de la banda, son Erwin y Paul. La situación de las familias de ambos es diferente, pero Erwin y Paul se unen para defenderlas y mostrar valores de solidaridad. Aunque la época nazi es una mancha en la historia de Alemania, antes del ascenso de éstos al poder la situación económica del país era desastrosa, consecuencia de la derrota en la Primera Guerra Mundial. Ése es el periodo donde se centra la historia. Se trata de una época de agitación en la que tu ideología te cambiaba la vida por completo, y prácticamente estabas obligado a posicionarte en un bando u otro. Amigos y familiares con frecuencia se enemistaban. A pesar de los amargos tragos del destino, al final del libro los niños del número 67 se reúnen en Suiza al final de la guerra y empiezan a propagar valores de libertad y respeto. Este retrato tan fresco de una época tan concreta nace precisamente de la experiencia del matrimonio Tetzner-Held, quienes tuvieron que huir de los nazis.
La novela “El tesoro del lago de la Plata” probablemente es la que mejor representa el Lejano Oeste de las escritas por autores alemanes. Karl May, su escritor, curiosamente no visitó Estados Unidos hasta mucho después de escribirla. Se trata de un relato de aventuras, acción y valentía en un escenario muy de moda para los emigrantes alemanes del siglo XIX. Los protagonistas son Old Firehand y Old Shatterland, los cuales llevan a su cargo a muchos hombres a un lago en las Montañas Rocosas para explotar una mina de plata. En su camino hacen frente a tribus nativas, a bandoleros que buscan un tesoro y a otro tipo de vicisitudes. Aunque pueda contener tópicos, realmente escenifica aquel Estados Unidos profundo del siglo XIX, y los indios son tratados con respeto y admiración.