La superación femenina a lo largo de la historia ha sido admirable. Sin embargo, muchas veces es complejo luchar contra las ideas preconcebidas y contra los ambientes tradicionalmente masculinos. Ésta es la premisa de “Bilgewater”. El título del libro es una abreviatura de “Bill’s daughter” o “Hija de Bill”. La protagonista, Marigold, es hija de Bill, un profesor de un internado para chicos. Ella vive allí con su padre y es educada entre chicos. Marigold es discreta y a menudo pasa desapercibida. Es una chica cuya idea del amor está basada en las lecturas más románticas. Su ingreso prematuro en Cambridge hará que muchos se fijen en ella. No obstante, ella quiere encontrar a su “príncipe”, su alma gemela que la haga feliz toda su vida. A medida que Marigold conoce a más personas y viaja, se da cuenta de que no hay que juzgar a nadie por sus apariencias, y madura en su visión del mundo. Un cambio que, de otra forma, todos hemos experimentado, y que con gran habilidad nos relata Jane Gardam en “Bilgewater”.
Tratar temas tan serios como la muerte o el suicidio es de por sí muy complicado. Dirigirlos a un público juvenil dificulta todavía más si cabe esta tarea. La pareja de autores compuesta por Vera y Bill Cleaver efectuaron a la perfección la ardua labor de recrear la confusión que los niños sufren ante momentos difíciles que nunca antes han vivido. El protagonista es Grover, un niño que ve cambios raros en su casa tras caer su madre enferma. Su tío le compra a su madre todos los caprichos que ésta siempre ha deseado. Por otro lado, no recibe explicaciones satisfactorias de nadie, y todos se esfuerzan en entretener al pequeño Grover. El chico comienza a sospechar más y más, pero aun así no está preparado cuando su madre se suicida. Su padre se encierra en su soledad, y Grover debe buscar fuera de casa el consuelo que en ésta no encuentra. Es en este momento cuando los Cleaver recalcan la importancia de tener buenas amistades para atravesar los momentos más complicados de la vida. Así, uno aceptará la muerte y madurará de forma óptima, y estará preparado para los obstáculos venideros.
Las novelas ambientadas en las zonas más agrestes de Estados Unidos siempre inculcan valores de supervivencia y amor por lo rural. En “Donde florecen los lirios”, el matrimonio Cleaver nos transporta a los Montes Apalaches en un relato de autosuficiencia. La protagonista, Mary Call, es una niña de catorce años que se empeña en sacar ella sola adelante a toda su familia. Su padre está moribundo y Mary está decidida a ser el sustento de la casa. Aunque sus valores son reconocibles, en la historia se nos muestra cómo a veces hay que dejarse recomendar y ayudar. Ser obstinado puede privarnos de buenos momentos, y tarde o temprano reconoceremos que compartir y ser solidarios con los demás puede llenarnos mucho. Por suerte, la mentalidad de Mary evoluciona y acaba viendo que sus vecinos son realmente amigos, y que no por ello sus valores de constancia e independencia se ven cuestionados. Un libro evocador de la vida en la montaña en la Norteamérica de los años 50 y 60.
El libro de “Bill el ladrón”, del matrimonio Ahlberg, es una excepción dentro de los libros infantiles. Mientras que todos los demás cuentos de estas edades tienen protagonistas cargados de bondad y buenas intenciones, los personajes principales de este cuento son ladroenes. Bill y Betty se introducen en casas ajenas para robar objetos que más adelante se dan cuenta que no necesitan en absoluto. Los niños focalizarán su atención más bien en los objetos que cogen y en las formas que Bill y Betty tienen de pasar desapercibidos. Cuando descubren que se sienten mal con su trabajo, vuelven sigilosamente a las casas para devolver los objetos a su sitio. Así se crea un clima de redención que deja un buen mensaje entre los más pequeños. Las ilustraciones muestran unos ladrones estereotipados pero también muy humanos, con una vida tras su trabajo como la de cualquier otra persona.
La obra de Bill Martin Jr.se inició con este best-seller. “Oso pardo, oso pardo, ¿qué ves?” ha vendido más de 6 millones de ejemplares, sobre todo gracias al impulso que le dio el renombrado ilustrador Eric Carle. Los dibujos de Carle son luminosas y llenas de color, y están formados por collage, seda y pintura. La sencillez del lenguaje de Martin y su ritmo poético atraen al niño a pasar una página tras otra. Y eso que la premisa del libro es muy simple: un animal se da cuenta que otro lo observa, y en la siguiente la página se repite este patrón. Los niños intentan adivinar qué es lo que ve cada animal, y de esta forma se aprenden sus nombres. Didáctica y diversión en estado puro.
Este reconocido marsupial es uno de los personajes más famosos de la literatura infantil australiana. La neozelandesa Dorothy Wall se inspiró en las fantasías de su hijo. Además del protagonista, multitud de criaturas y paisajes autóctonos desfilan por las páginas de este libro, defendiendo de manera inocente la cultura australiana y sus costumbres. De hecho, muchos ven en Blinky al obrero australiano por excelencia. Una curiosidad es que a lo largo de la colección los pantalones que usa Blinky son cada vez más largos conforme va creciendo. Se han hecho reediciones en color recientemente de esta genial serie.
Esta historia, escrita en 1926 por William Nicholson, cuenta cómo un juguete de un soldado que toca los platillos va en busca de su dueña, la cual marcha a visitar a su tía y lo olvida. El soldadito persigue el tren de Mary, la joven dueña, corriendo hasta alcanzarlo al mismo tiempo que llega a destino. Ella se alegra mucho al recuperarlo. Aunque Nicholson ideó este libro por pura diversión, demuestra una maestría artística e innovaciones en la ilustración. Actualmente sus imágenes parecen de otro tiempo, pero evocan la belleza de su tiempo. El libro está lleno de autoguiños y dedicatorias encubiertas del autor. Un clásico.