Marie-Aude Murial es una de las escritoras francesas más prolíficas de la actualidad. El campo de la literatura juvenil debe mucho a esta escritora durante las últimas décadas, y un buen ejemplo de ello es “¡Oh, oh!”. El sentido del humor está presente en toda la obra, y aumenta el atractivo de una narración que en su trasfondo es seria y muy actual. Tres medios hermanos, Simeón, Morgan y Venise, pierden a sus padres e iniciarán juntos una aventura para encontrar un hogar de adopción. Por vicisitudes del destino, su nueva familia la forman dos medios hermanos de ellos también, Barthélémy y Josiane. Las peculiaridades y excentridades de estos cinco personajes permiten analizar temáticas de notable profundidad como la pérdida de la familia tradicional, las nuevas familias, el amor, la amistad y la condición sexual. El estilo es simple y directo, lo cual añade realismo sin restar ápices de profunidad a este bello relato.
La tan bien asentada industria del cómic europeo actual gozó de un apogeo progresivo desde la mitad del siglo XX hasta el final del mismo. Muchos de los personajes icónicos de este movimiento, ahora héroes de la cultura popular como Astérix, Tintín o Lucky Luke, surgieron de la imaginación de la cantera franco-belga. Éste es el caso también de “Gastón el Gafe”, menos célebre que los previamente nombrados pero igualmente carismático y venerado por sus fans. Gastón se publicó en el brillante Journal de Spirou, y desde el primer momento abanderó un humor crítico con la precariedad laboral y las desigualdades sociales. Todo a través del protagonista, un desastre en su trabajo y que sueña con vivir bien de sus malogrados y extravagantes inventos. Siendo esto el centro de la risa en estos tebeos, hay que contar también con los imprescindibles personajes secundarios, las rocambolescas situaciones que se dan y las ingeniosas soluciones que se dan a los problemas. Y todo mostrando valores de paz, amor por la naturaleza y respeto por el trabajo digno y en condiciones.
Existen en la literatura amistades improbables que acaban dando pie a algunas de las historias más fascinantes que se han escrito. En el campo de los libros infantiles esto sucede a menudo. Si tuviésemos que elaborar un ránking de amistades particulares y a la vez conmovedoras, de seguro que la de Linnea con el señor Bloom apuntaría alto. El cuento de Christina Björk “Linnea en el jardín de Monet” nos presenta a una niña sueca, Linnea, quien tiene como amigo al anciano jardinero señor Bloom. Ambos acaban viajando a París para averiguar aspectos de la obra del artista Claude Monet, a quien admiran. De esta manera se nos retrata un recorrido idílico por calles parisina y renombrados emplazamientos de interés cultural. El esfuerzo de la autora no sólo se concentra en el arte y en la narrativa, sino que con precisión describe elementos de la naturaleza, la geografía y la cultura. Las flores más idiosincráticas de París son incluso personajes secundarios. Una buena obra infantil debe tener unas sobresalientes ilustraciones, y en este caso no son para menos, de la mano de la excepcional Lena Anderson. Belleza y aprendizaje en un mismo libro.
Una de las novelas más leídas en las escuelas, o recomendadas, es “El principito”. La obra de Antoine de Saint-Exupéry ha trascendido por su genialidad a la hora de combinar reflexiones filosóficas, valores vitales, situaciones extravagantes, un texto atractivo y unas ilustraciones carismáticas. El principito, nuestro protagonista, viene de un pequeño asteroide, y está viajando por planetas que representan miserias de la condición humana. A través de ellos Saint-Exupéry critica la vanidad, el egoísmo, la lujuria o la codicia, por ejemplo. Incluso visita la Tierra, donde se hace amigo de un zorro. Sus giros inesperados provocan en el lector una sensación de necesidad de seguir leyendo, pues cualquier cosa puede suceder. Y, como trasfondo, temas para nada infantiles, ya que el principito representa los valores que todo niño debería aprender, y éstos se van desgranando a lo largo de la historia en pequeñas dosis. Un libro que probablemente es de los favoritos de la infancia de muchos lectores y que, de una forma u otra, siempre te acompañará. Y es que “El principito” te marca.
“El león”, de Joseph Kessel, narra las peripecias de un periodista francés que ejerce como narrador de sus propias experiencias en las reservas del monte Kilimanjaro. En su viaje a Kenia el protagonista se reúne con John Bullit, el administrador del parque, y hace buenas migas con Patricia, la hija de éste. Patricia es un claro ejemplo de niña criada en un entorno salvaje. Para ella, sus amigos son los animales, y se pasa el día jugando con cebras, búfalos, rinocerontes y jirafas. Y, sobre todo, con King, un león que ella crió y con el cual mantiene una cercana amistad. Las descripciones son preciosas, introduciendo al lector en el ambiente de la sabana e incluso acompañándolo a través del estilo de vida de las tribus masais. El relato no es absolutamente feliz, pues el desenlace es agridulce: King debe ser sacrificado y Patricia asume que para seguir creciendo como persona debe mudarse a la capital a estudiar. Todo un reflejo de la difícil convivencia entre humanos y animales.
“Chupi” (“T’choupi” en la edición original francesa) es un saga infantil que tiene como protagonista a un entrañable pingüino. El gancho de esta serie de libros, obra de Thierry Courtin, es que los peques se sentirán identificados con este animal. Chupi representa a cualquier niño, pues vive con sus padres y de vez en cuando visita a sus abuelos. Además, a su vez, esta familia de pingüinos se comporta como una equivalente humana, donde el pequeño debe ser educado y donde cada momento del aprendizaje es una aventura. El joven lector querrá ser como Chupi, y el hecho de que en vez de un niño sea un pingüino, un ser tan divertido, le gustará más todavía. Además, siempre va acompañado de un osito de peluche al que trata como un amigo llamado Doudou. Desde su primera aparición en 1992, las diferentes entregas han entusiasmado a los padres, pues ven en los libros de Chupi una excepcional herramienta para que los niños aprendan actividades tan cotidianas como usar el orinal, dejar de tener miedo o no comer dulce entre horas.
Al igual que sucedía con “Foxie”, “Roule Galette” también proviene de la tradición oral de Europa del Este. El cuento original, de origen ruso, se llama “Kolobok”. En este caso es adaptado por Natha Caputo para la colección francesa de Père Castor. El cuento muestra una torta que empieza a rodar por el campo después de que una mujer se la haya preparado a su marido. La torta vive un verdadero viaje donde se encuentra con todo tipo de animales, la mayoría de los cuales quiere comerla. Se trata de una torta humanizada, la cual se comunica y al tiempo que rueda va cantando, dejando a todos con la miel en los labios. Pero un zorro astuto prepara una artimaña para devorarla, la cual consiste en halagarla lo suficiente para que se confíe. La torta cae en la trampa y es devorada, lo cual sirve en bandeja una moraleja semejante a la fábula de Esopo “La zorra y el cuervo”. Para los niños, además, el libro es un ejercicio para aprender animales a medida que éstos aparecen.
Otra novela que es un buen paradigma del género de internados es “Los desaparecidos de Saint-Agil”. Este libro, publicado en 1935, cuenta las peripecias de tres amigos en el colegio francés de Saint-Agil. La historia está ambientada antes de la Primera Guerra Mundial, y los protagonistas se conocen entre sí por sus números de registro. Sus verdaderos nombres son Philippe, André y Mathieu. A los tres compañeros les gusta reunirse por las noches en el armario del aulario de ciencias, donde escriben sus hazañas en un cuaderno al tiempo que esquivan a los vigilantes del internado. Crean una organización secreta de la cual son miembros llamada Chiche Capon, y empiezan a conspirar para escaparse y lograr su sueño de llegar a Estados Unidos. Cuando empiezan a desaparecer misteriosamente uno a uno, hechos alternados con sucesos entre el profesorado, los niños restantes sospechan de que han conseguido sueño. Nada más lejos de la realidad, pues en los sótanos de Saint-Agil había montada una red de fabricación de dinero falso, y en torno a dicha red se situaba todo el aura de misterio. Se trata de una historia atractiva a la vez que intrigante.
Si algo caracteriza a la literatura infantil francesa es que sus personajes casi siempre resultan inolvidables, y son muy importantes dentro de la cultura del propio país. Bécassine no es menos. Las peripecias de esta criada que viaja de la granja donde vive a París para servir a una familia rica han vendido millones de copias. Bécassine es bretona y su estilo de vida al llegar a París es muy diferente del de su señora, la marquesa de Grand’Air. Su inocencia provoca que cada cambio o incluso cada vivencia en la capital francesa sean motivo de diversión y, por ende, de entretenimiento. Bécassine fue la primera protagonista femenina de un cómic en Francia, y por ello se le tiene especial cariño. Quizá actualmente el tema de los criados y la diferencia de clases no es tan vigente, pero las aventuras y el corazón de Bécassine son más universales de lo que uno puede pensar. De hecho, todavía siguen cosechando muchísimo éxito. Se escribieron 24 originales de esta gran serie de la literatura infantil de Francia.
Los “Cuentos del gato Perche” recopilan historietas que transcurren en un ambiente rural, y que protagonizan las hermanas Delphine y Marinette. El autor, Marcel Aymé, separó los cuentos en rojos y azules, y además los definió como “aptos para cualquier niño de entre cuatro y setenta y siete años”. El hilo conductor de éstos son las inquietudes de las niñas y cómo piden consejo a los animales de su granja. Los animales participan de la familia y conviven con su propia personalidad y capacidad de habla. Además, cada animal tiene una peculiaridad, como si fuera una persona diferente. De estos cuentos se han hecho adaptaciones televisivas y cinematográficas, aunque la mejor forma de sumergirse en estos relatos cortos, divertidos y didácticos es con el libro original.