Pocas deben ser las formas que quedan por explotar respecto a las leyendas del Rey Arturo. Una de las más recientes es la de Kevin Crossley-Holland, quien en el año 2000 publicó “Arturo”. Esta vez, la historia se centra en un personaje de igual nombre al célebre héroe legendario, y ficticiamente contemporáneo del mismo. Arthur de Caldicot tiene ansias de convertirse en escudero, pues cree que vivir en Gales en el siglo XIII en su hogar familiar se le queda pequeño. En su vida se interpone también un tal Merlín, amigo de la familia y que lo instruye en los mitos de Arturo. Lo cotidiano es lo que realmente prima en esta novela, aunque el lector tendrá la sensación de estar sumergido en un mundo de aventuras bajo el género de la ficción histórica. El autor, por otro lado, hace buena descripción de las numerosas tensiones de la Edad Media, tanto religiosas como entre jerarquías sociales y luchas por el poder.
La poesía es uno de los géneros de la literatura que debería presentarse adecuadamente a todo niño desde la más tierna infancia. Que posteriormente quiera seguir disfrutándolo o se sumerja en el maravilloso mundo del verso, es su decisión, pero que al menos se le facilite el conocerlo. Una de las mejores obras para introducirse en las rimas es “Navidad de un niño en Gales”, del célebre poeta galés Dylan Thomas. La obra literaria fue predecida en su publicación por una narración en radio de tremendo éxito un año antes, en 1953. Considerada todavía una de las mejores narraciones en verso para niños de siempre, Thomas nos evoca sentimientos de la infancia como si los estuviésemos viviendo. A su lado está el fabuloso ilustrador Edward Ardizzone, quien facilita sobremanera la tarea de conmover con sus trazos. Thomas rememora, especialmente, la Navidad y todo lo que ella conlleva, como época familiar y cuyos recuerdos quedan grabados a fuego en la memoria de cualquier persona a lo largo de su vida. Cualquier detalle de este cuento, ya sea la nieve como los juguetes o los villancicos, causarán una agridulce sensación en el lector, fruto de esa melancolía por la infancia que siempre arrastramos.
“La guerra de Carrie” presenta un enfoque curioso para tratarse de una novela sobre la Segunda Guerra Mundial. Los protagonistas son dos hermanos galeses, Nick y Carrie Willow, quienes son evacuados de su aldea para ser llevados a un lugar seguro. Los Willow son arrancados de su familia, y ese sentimiento de no sentirse en tu hogar y de haber perdido una parte de ti lo conservan durante todo el relato. Para más inri, los Willow son obligados a convivir con el señor Evans, quien abusa de los que están a su cargo y establece un régimen de represión. Por suerte, la hermana de Evans, Lou, se porta bien, y los chicos empiezan a hacer más amigos en su nuevo hogar. Su sentimiento de arraigo en la nueva aldea va creciendo a medida que descubren el pasado de sus habitantes. Toda una comunidad se despliega ante Carrie y Nick, y evoca la madurez en la reflexión que experimentan los adolescentes en poco tiempo. “La guerra de Carrie”, además, recibió el Premio Phoenix en 1993, signo de su importante valor literario.
Emma Smith estableció en “No hay manera de saberlo” un curioso género resultado de mezclar la novela rural con la intriga. Publicado en 1972, este libro narra la vida de Amy junto a su abuela en una región del interior de Gales. Entre tanta montaña y paisaje cautivador es muy fácil quedar aislado, como les sucede a ambas protagonistas. Curiosamente, el mal tiempo no es el único de los contratiempos que aparece en el relato. Un día, reciben la visita de un desconocido que se lleva algo de comida sin mediar palabra. Más adelante, otros dos hombres diferentes y con esquís irrumpen buscando al susodicho. Como el título bien dice, no hay manera de saber quiénes son esos misteriosos visitantes. Sólo más adelante Amy su abuelita sabrán que todo estaba relacionado con una conspiración criminal de escala internacional. Smith sabe compaginar suspense con tranquilidad, alternando el ritmo frenético de las visitas con las relajadas descripciones de los valles galeses. Por supuesto, también hay cabida para la relación abuela-nieta, en la que se produce el intercambio habitual de sabiduría y vitalidad que todos hemos experimentado en nuestras vidas.
Esta novela de Alan Garner revlucionó en 1967 las historias de fantasmas. Además de esta temática, el autor británico evoca la eterna tensión entre Inglaterra y Gales. La historia critica las apariencias y las costumbres que en ocasiones se adaptan sin ser cuestionadas. Asimismo, “La vajilla del búho” es considerada una adaptación de la leyenda galesa de Bloudewebb. Los protagonistas son Alison, Roger, y Gwyn, jóvenes a los que unen diferentes vínculos y que deben enfrentarse a unos curiosos obstáculos durante sus vacaciones de verano. El drama arranca cuando Alison descubre una curiosa vajilla en la casa donde veranea. A partir de entonces, los tres jóvenes parecen anclados a sus destinos y cualquier intención de variarlos resultará inútil. Todo ello aderezado por un paisaje lúgubre donde las montañas, el valle y el río tienen un aspecto fantasmagórico que aumenta la aprensión. Como se ha comentado, la tensión también aumenta a causa de los conflictos entre los diferentes personajes, de distinta clase social y nacionalidad. Por último, cabe destacar que este tenebroso relato permitió a Alan Garner conseguir la prestigiosa Medalla Carnegie.