Virginia Hamilton es una de las representantes de la literatura infantil afroamericana más querida de Estados Unidos. Esta autora ha conseguido aunar éxito comercial y de crítica con sus historias protagonizadas por personajes de origen afroamericano, y cuyo argumento nace directamente de la tradición oral de este pueblo. En “La gente podía volar”, se vislumbra una ligera vena fantástica, puesto que se muestra a algunos esclavos que pueden volar. Dicha capacidad la pierden al ser aglutinados en barcos y esclavizados, pero cuenta la leyenda que algunos todavía retienen ese poder. Ese poder aletargado se manifestará más tarde, ya en Norteamérica, para escapar de las garras de los esclavistas. La narración, ya de por sí preciosa, es salpicada por las fenomenales ilustraciones de los premiados Diane y Leo Dillon, enriqueciendo más si cabe la obra. De nuevo, de la mano de Hamilton, tenemos todo un canto a la libertad.
La popularidad de Virginia Hamilton entre el público adolescente tuvo su pistoletazo de salida con la primera entrega de la serie de “M.C. Higgins, el Grande”. Este niño de origen afroamericano vive en una región montañosa de Ohio en una finca enorme heredada de su bisabuela Sarah, quien huyó de la esclavitud. La vida rural es divertidamente reflejada a través de las aventuras de M.C. y sus hermanos. Se suceden eventos de caza, pesca, natación, paseos en bici y reunión con viejos amigos. M.C. vigila a menudo la parcela familiar desde lo alto de un poste, y se percata de que la estabilidad de los suyos puede verse amenazada por una explotación minera que hay en lo alto de la montaña. Lo cotidiano es tratado a la perfección por la autora, creando un universo entre tradicional y surrealista que atrapará (como ya ha hecho) a los lectores más jóvenes. El primer libro fue premiado con la Medalla Newbery en 1975, y abrió la veda para la multitud de premios que Virginia Hamilton recibiría durante tres décadas.
“El fantasma de Canterville” es una de las obras más conocidas de Oscar Wilde. Su prodigiosa pluma queda de manifiesto en la historia de la familia Otis. El cuento transcurre en una mansión inglesa, donde una familia estadounidense llega a vivir. El dueño les informa de que está habitada por el fantasma de sir Simon. Ellos hacen caso omiso de su advertencia. No obstante, aunque el fantasma intenta todo tipo de triquiñuelas, ellos nunca se asustan. E incluso a veces se las devuelven. En este relato se entremezcla el drama con la comedia, y es más serio de lo que puede aparentar. De hecho, el fantasma sólo buscaba llamar la atención y acaba siendo ridiculizado. Al final se hace amigo de Virginia, una de las hijas, y ésta acompaña su alma para liberarla en un emotivo desenlace. Todo un clásico que cualquier lector incipiente debe leer.
Al igual que sucede con Mike Mulligan y su excavadora, en este cuento de Virginia Lee Burton se muestra la humanización de un gran objeto o construcción. En este caso, como el nombre indica, se trata de una casa. Concretamente, es una pequeña casa situada en medio del campo, en Estados Unidos, y construida en el siglo XIX. De forma muy interesante, se muestra cómo la casa puede ver a sus dueños originales y a los niños jugar. Sin embargo, el tiempo pasa y los niños se van, el progreso hace que se construyan más infraestructuras y pronto se ve absorbida por una ciudad. Una lejana descendiente de los dueños originales la recompra, la traslada al campo y puede vivir de nuevo en un ambiente bucólico de paz y tranquilidad. De nuevo, es una crítica al progreso y a la suplantación de épocas históricas por otras venideras, así como una exaltación de la vida rural. Las ilustraciones son de llamativa acuarela.
“Mike Mulligan y su excavadora” es el más célebre cuento de Virginia Lee Burton, la cual, como tantos otros autores, se inspiró en sus hijos y en su fascinación por las grandes construcciones. Mike es el obrero protagonista de la obra, y trabaja con Mary Anne, su excavadora de confianza, como si fueran amigos. El cuento plantea la obsolescencia ocasionada por el avance tecnológico, ya que Mike y Mary Anne pierden su trabajo ante las modernas excavadoras que surgen. Sin embargo, demuestran su eficacia y vuelven a demostrar que siguen sirviendo a la obra. Las ilustraciones están realizadas en cera, y se muestran valores de convicción personal, persistencia, decisión y autoconfianza.