Monica Hughes legó un clásico de la ciencia ficción juvenil con “Crisis en Conshelf Diez”. Publicado en los años 70, curiosamente está ambientado en 2005. La autora se atrevió a trazar un futuro donde había humanos que habían colonizado la Luna. Los colonos quieren adquirir la independencia y para ello envían una misiva a la Organización de las Naciones Unidas solicitando que les concedan la autodeterminación y el autogobierno. Para ello, los colonos envían a Kepler Masterman, un chico que fue la primera persona en nacer en la Luna. Kepler no encaja bien las condiciones del planeta Tierra, y es enviado por seguridad a una colonia subacuática donde viven unos familiares. La aventura se acelera notablemente en este escenario, y Kepler será testigo de tensiones, varios movimientos independentistas, confusión y traiciones. Esta novela es, sin duda, una metáfora de lo que realmente sucedía en nuestro planeta y cuyo punto álgido fue la Guerra Fría, y una bonita iniciación a los relatos futuristas.
La segunda novela de Laura Ingalls Wilder tiene un protagonista masculino. “Un granjero de diez años” está inspirado en la vida del marido de la autora y, al igual que el resto novelas de Ingalls, es un vivo retrato de la vida en Estados Unidos a lo largo del siglo XIX. Almanzo es un chico de nueve años que sueña con ser granjero y así suceder a su padre. Por ello, todos los días se levanta temprano para hacer labores en la granja antes de marchar hacia la escuela. Almanzo disfruta esquilando ovejas, alimentando al ganado y limpiando el establo. De igual forma, lo que más divierte a Almanzo es montar a caballo. Igual que en otros casos, el propósito de Ingalls es mostrar la vida rural de su país con una presentación histórica impecable y una melancolía propia de un estilo de vida antaño muy extendido pero ahora casi olvidado.