Monica Hughes legó un clásico de la ciencia ficción juvenil con “Crisis en Conshelf Diez”. Publicado en los años 70, curiosamente está ambientado en 2005. La autora se atrevió a trazar un futuro donde había humanos que habían colonizado la Luna. Los colonos quieren adquirir la independencia y para ello envían una misiva a la Organización de las Naciones Unidas solicitando que les concedan la autodeterminación y el autogobierno. Para ello, los colonos envían a Kepler Masterman, un chico que fue la primera persona en nacer en la Luna. Kepler no encaja bien las condiciones del planeta Tierra, y es enviado por seguridad a una colonia subacuática donde viven unos familiares. La aventura se acelera notablemente en este escenario, y Kepler será testigo de tensiones, varios movimientos independentistas, confusión y traiciones. Esta novela es, sin duda, una metáfora de lo que realmente sucedía en nuestro planeta y cuyo punto álgido fue la Guerra Fría, y una bonita iniciación a los relatos futuristas.
El éxito de la obra de Marryat reside en que cuatro niños deben vivir sin estar bajo el control de sus padres. Esta premisa resulta atractiva para cualquier preadolescente que se precie. Además, otros temas que también le dan gancho son las guerras civiles inglesas, el amor, y las aventuras. Los protagonistas (Edward, Humphrey, Alice y Edith) son huérfanos de un coronel del bando monárquico. Un fiel servidor suyo, Jacob Armitage, los salva de una muerte segura, les otorga una casa de campo y los enseña a vivir en el bosque. A partir de ahí se transcurren sucesos durante toda su vida, y sus vidas se vuelven a separar en el futuro y se entremezclan con los acontecimientos de la Inglaterra previctoriana. Todos ellos alcanzan el éxito, de una u otra manera, y los hermanos se mantienen fieles unos a otros en todo momento.