Los protagonistas de este libro son jerbos, roedores que Philippa Pearce convirtió en personajes en torno a los que involuntariamente gira el relato. Sid es un niño al que le han regalado a Bubble y Squeak, los susodichos jerbos. La madre se opone a la presencia de los jerbos en su casa. La autora es experta en intercalar situaciones de los más cotidianas con momentos extraños, todo ello sin alterar ni acelerar el ritmo innecesariamente. Sid se convierte en protector de los jerbos, al tiempo que su madre intenta ejercer autoridad no sólo con él, sino con sus hermanos y su padrastro. Al final el lector con quien más empatiza es con los pequeños jerbos. Y eso que estos la lían sin dejar de resultar terriblemente encantadores. Trepan los sofás. Muerden las cortinas. Y se sitúan en la mesa con descaro como si fueran personas. Curiosamente, sus nombres derivan de los de las hijas de Pearce. La madre de Sid aprende a ser transigente con los suyos para mantener la armonía y felicidad en la casa.