¿Quién no ha tenido un día de esos que deseas acostarte y pasarlo lo más rápido posible? Éste es el punto de partida de “Alejandro y el terrible, horrible, pésimo, espantoso día”. Para un adulto esta sensación es algo a lo que se enfrenta a menudo y está más que acostumbrado. Pero para un niño, donde todos los días son un desafío constante y no hay momento de infelicidad, enfrentarse a esa sensación puede ser una tarea complicada. Alejandro atraviesa en el mismo día situaciones tan desastrosas y variopintas como que se le moje el jersey, su madre no le ponga postre en el almuerzo o le caiga un chicle en la cabeza. Y eso desde el mismo momento en que se despierta. Alejandro no deja de lamentarse, pero su suerte no cambia. Poco a poco, cuando se enfrente a esta situación varias veces en su vida, su frustración se tornará resignación, y deseará irse a la cama para empezar un nuevo día y esperar que su suerte cambie. Que Judith Viorst sea una autora infantil best-seller no es fruto de la casualidad, y este magnífico cuento es una buena prueba de ello.
El relato que Judith Kerr nos ofrece en “Mog, la gata despistada” nos permite identificarnos en aquellos momentos en los que no nos sentimos útiles para nada. La protagonista es Mog, una gata que, pese a sus esfuerzos, sólo da quebraderos de cabeza a sus amos. La familia Thomas cuida y quiere a Mog, pero poco a poco la paciencia de éstos aminora y la única que sigue confiando en la gatita es Debbie, la hija. Mog entorpece la vida cotidiana de los Thomas sin ser consciente de ello, ya que se mete en medio sin querer o se olvida de cómo se tiene que comportarse o dónde están las cosas. Por suerte, todos tenemos nuestra oportunidad, y Mog la aprovecha, como no, también sin darse cuenta. Un día que sale al jardín para intentar escaparse se queda atrapada. Cuando quiere volver a casa, aprovecha la aparición de un hombre a medianoche en la cocina. Mog maúlla sin parar para reclamar su atención y lo que consigue es que el hombre, que era un ladrón, sea atrapado y descubierto. Los Thomas adoran desde ese momento a Mog y prometen que la tratarán bien y como una heroína.
La impactante premisa de “El tigre que venía a tomar el té” lo hace un libro infantil necesario a la vez que extravagante. Judith Kerr hizo derroche de su cautivadora imaginación en esta historia donde un tigre se presenta en casa de una familia a tomar té. El recibimiento ya resulta sorprendente, puesto que la familia no se opone a nada. El tigre se bebe el té, pero además acaba con el resto de reservas de comida y bebida. Sophie, la niña, está preocupada, y sólo tiene un momento de alivio cuando el animal marcha de casa. Los padres de Sophie escarmientan y se preparan ante otra posible visita del felino llenando la despensa de víveres. Aunque Sophie y sus padres no tengan miedo realmente de que el tigre pueda dañarlos, el lector se encuentra en constante tensión por ver cómo se desarrollarán todos los eventos. Un excelente relato que combina extrañamente intriga y diversión.