Las historias que muestran a niños que viven solos y de forma independiente a menudo intentan recalcar la realidad social y criticar que éstos sean desatendidos. A menudo, dichos personajes suelen tener mucho carácter y una personalidad arrolladora, como sucede con la célebre Pippi Langstrump, de Astrid Lindgren. Algo parecido es lo que Annie M.G. Schmidt nos muestra en “Pluk el del torrificio”, aunque dirigido a un público quizá más infantil. De esta forma, Pluk en ningún momento atraviesa peligros ni ve arriesgar su vida. Pero a través de sus relaciones de amistad, de su bien llevada orfandad y de su forma de ser tan solidaria y sociable, la autora envía un mensaje de índole política y ecologista. El cuento está narrado desde el punto de vista de Pluk, quien tiene por amigos a una cucaracha y un pichón. Esto es sólo uno de los aspectos delirantes, sobre todo cuando interpreta el mundo de los adultos sin unos padres que le puedan orientar al respecto. Schmidt rompe una lanza contra la injusticia y a favor de la libertad a través de su pequeño Pluk, un héroe para cualquier niño.
Mila y Yaco (Jip y Janneke en la versión original) son una pareja de niños traviesos, modelo muy empleado en la literatura infantil neerlandesa. Estos pequeños se encuentran en el imaginario popular de varias generaciones de holandeses, los cuales disfrutaron durante su infancia de las aventuras cotidianas de esta curiosa pareja. Al igual que muchos otros ejemplos entre la literatura infantil, Mila y Yaco se complementan, es decir, la acción de uno de ellos provoca la reacción opuesta del otro. Este aspecto es el principal gancho de las historias, pues los niños están deseando ver cómo chocarán ambos. La autora, Annie M.G. Schmidt, escribió historietas de Mila y Yaco para el periódico Het Parool durante 5 años. Mila y Yaco crean a menudo problemas a los adultos que los rodean, pero estos los comprenden después de haberse enfadado ligeramente. Esta frontera entre lo real y lo ideal gustará tanto a pequeños como a mayores.