La historia protagonizada por el burro Silvestre tiene muchos paralelismos con otras en las que un hijo se pierde y los padres nunca pierden las esperanzas y acaban encontrándolo. De forma muy entrañable, William Steig nos relata cómo un burro llamado Silvestre colecciona piedras y guijarros de todas las formas y colores. Un día se topa con una piedra roja a la cual puede pedir deseos. Para su desgracia, Silvestre se encuentra con un león de camino a casa y, para evitar ser atacado, le solicita a la piedra roja convertirse en piedra. De esta forma Silvestre queda atrapado y sus padres empiezan a buscarlo. Por accidente, los padrse de Silvestre se acaban sentando en la piedra que resulta ser su hijo y piden recuperar a su pequeño. Así es como Silvestre se encuentra de nuevo con sus progenitores y todo acaba de forma feliz. Muchos han querido ver analogías con la muerte y la fragilidad de los niños, pero lo cierto es que “Silvestre y la piedrecita mágica” es un cuento tierno, anacrónico y para todos los públicos.