Los lazos que se forman entre un animal y una persona, en muchas ocasiones son más fuertes que los que se producen entre dos personas. El caballo es uno de los ejemplos favoritos para representar esa unión al ser humano, y esa elegancia y lealtad. “El corcel negro” no es una novela al uso sobre caballos, ya que la unión entre el protagonista y el corcel se forma por accidente. Alec Ramsay ha pasado una larga temporada en la India junto a algunos familiares, pero ya se encuentra de camino a Nueva York en un barco. Alec ansía regresar a casa, pero una tormenta le priva de ello y lo lanza al mar con la única compañía del corcel negro. Alec se encuentra sobre una tabla y su nuevo amigo, atado a ella, nada. Ambos acaban en una isla desierta, donde más adelante son rescatados. De vuelta a Nueva York, Alec hace todo lo posible por quedarse con el corcel negro. De forma secreta, empieza a domar al animal para montar y convertirse en jinete de carreras, el punto álgido de la obra. La fama de este libro de Walter Farley, junto a otros del mismo autor, aumentó gracias a las adaptaciones televisivas. Un clásico de la literatura ecuestre.
Si te gustan las historias protagonizadas por un amo y su inseparable mascota, “El oso más grande” es un buen paradigma. Johnny Orchard siente que su padre no es lo suficientemente valeroso porque no consigue cazar nunca un oso, mientras que el resto de vecinos sí y exhiben en sus salones las pieles del botín. Harto de ello, Johnny decide cazarlo él mismo, y lo que consigue es un cachorro al que llevará vivo a casa y el cual será su mascota. Johnny no quiere desprenderse de él y esto cada vez le causa más problemas, sobre todo porque el oso se convierte en el más grande que sus vecinos hayan visto. Cuando parece que la salida es sacrificar al animal, Johnny consigue enviarlo al zoólogico y en adelante lo visita a menudo. Se trata de uno de los cuentos más célebres de la autora Lynd Ward, y con él ganó la Medalla Caldecott. La trama alcanza cierto tono agridulce pero en ningún momento alcanza un dramatismo extremo.
Este libro resulta muy especial porque se basa en dos construcciones reales, las cuales se hicieron famosas y trascendieron precisamente gracias al propio cuento. Se trata de un pequeño faro rojo situado bajo el puente George Washington de Nueva York. Inicialmente solo y usado como guía de los barcos, el faro rojo se asusta cuando comienzan a construir sobre él un gran puente gris. Pronto se siente inútil y piensa que lo derribarán. No obstante, el propio puente lo tranquiliza, y le dice que él seguirá siendo el amo del río Hudson. Es un acto de camaradería entre objetos inertes, lo cual siempre transmite una sensación de afecto. Los dibujos de Lynd Ward son geniales, acompañados de la imaginación de Hildegarde H. Swift. Se pretende mostrar que todas las cosas tienen su lugar en el mundo, necesario para que el niño se eduque en el respeto, pero también para mantener su autoestima conforme va creciendo. El faro protagonista todavía se encuentra en pie, aunque en desuso.