Uno debe gozar de cierto prestigio y reconocimiento para atreverse a recoger el testigo de los clásicos infantiles y darles una vuelta de tuerca. La poetisa británica Carol Ann Duffy hizo lo propio con dieciséis relatos de los irrepetibles Hermanos Grimm. Duffy rescató las historias de los Grimm y las varió sin modificar su espíritu oscuro, perverso y divertido original. De hecho, lo que nunca ha querido Duffy es caer en edulcorar las tramas. Manteniendo toques macabros, eso sí, el lector tendrá generalmente una sensación mayor de satisfacción porque los protagonistas suelen salir mejor parados. “Rumpelstiltskin y otros cuentos de Grimm” nació en 1999 a partir de una obra de teatro de dos años antes en la que la propia Duffy habría participado. El estilo poético, musical y rítmico de la autora también se deja entrever en el texto, al tiempo que las ilustraciones carentes de color de Prachatická complementan sin desvirtuarlo. Y es que uno podrá redescubrir cuentos como la “Cenicienta” o “Blancanieves” intentando percatarse de las diferencias manifiestas. Quién sabe, quizá os acaben cautivando más estas versiones que los originales.
La poesía es uno de los géneros de la literatura que debería presentarse adecuadamente a todo niño desde la más tierna infancia. Que posteriormente quiera seguir disfrutándolo o se sumerja en el maravilloso mundo del verso, es su decisión, pero que al menos se le facilite el conocerlo. Una de las mejores obras para introducirse en las rimas es “Navidad de un niño en Gales”, del célebre poeta galés Dylan Thomas. La obra literaria fue predecida en su publicación por una narración en radio de tremendo éxito un año antes, en 1953. Considerada todavía una de las mejores narraciones en verso para niños de siempre, Thomas nos evoca sentimientos de la infancia como si los estuviésemos viviendo. A su lado está el fabuloso ilustrador Edward Ardizzone, quien facilita sobremanera la tarea de conmover con sus trazos. Thomas rememora, especialmente, la Navidad y todo lo que ella conlleva, como época familiar y cuyos recuerdos quedan grabados a fuego en la memoria de cualquier persona a lo largo de su vida. Cualquier detalle de este cuento, ya sea la nieve como los juguetes o los villancicos, causarán una agridulce sensación en el lector, fruto de esa melancolía por la infancia que siempre arrastramos.
La empresa abordada por Nadia Wheatley y Donna Rawlins en “Mi hogar” es arriesgada, pero la perfección de su producto final resultó valer mucho la pena. Y es que en este libro, dirigido a niños de unos cinco años de edad, se narra de una forma muy peculiar la historia de Australia. El año de su publicación (1988) se cumplieron doscientos de los asentamientos europeos en el país austral. El viaje que Wheatley nos propone es a través del tiempo y de los niños como protagonistas. El recorrido se estructura bellamente a la inversa, comenzando en 1988 y finalizando en 1788. En cada una de las veintiuna épocas contadas un niño nos relata por qué quiere su hogar, a qué se dedica, qué tiene de bonito y qué le gusta del mundo que le rodea en ese momento. Durante todo el viaje nos acompañan las preciosas ilustraciones de Rawlins, que también realzan la importancia de los niños en el mundo como futuros adultos. La visión infantil de la historia es un prisma más que atractivo para reconstruir la vida de un país, y gracias a ello “Mi hogar” es un libro tan celebrado en Australia.
En esta ocasión nos encontramos ante una colección bastante extensa de cuentos, y por tanto muy variada. “Cuando el mundo era joven todavía” consta de, nada más y nada menos, 43 relatos. Las temáticas van desde la fantasía a la intriga, pasando por el género de la fábula y por la religión. Además, no se trate de simples historias que una vez leídas pasan al olvido, sino que el autor, el suizo Jürg Schubiger, supo dotar de una chispa oportuna para generar reflexión en el joven lector. Este estilo, unido al eclecticismo en la forma de escribir, convirtieron a este libro en un clásico imprescindible de la literatura suiza. Enfrentarse a los relatos, por otro lado, no es tarea fácil, ya que suelen contener giros inesperados que desesperarán a más de uno. La lógica, desde luego, no es suficiente para descifrarlos. “Cuando el mundo era joven todavía” es una fuente casi inagotable de deleite literario.
Esta inusual colección de cuentos tiene como referencia el conocimiento científico, para así estimular la curiosidad de los jóvenes lectores. De la mano del autor anglocanadiense Tim Wynne-Jones, descubriremos hechos desconocidos como las características de Marte y su comparativa con elementos mundanos. En “Algunos de los planetas más simpáticos” se venera al pensamiento crítico, y para ello se juega con la ciencia y se viaja al terreno de la filosofía. Los toques humorísticos nacen de ideas originales y de las metáforas que todo el mundo puede entender. Se podría decir que esta novela es todo un hito en la literatura juvenil inteligente, pues acerca a los adolescentes a la realidad. Buena muestra de ello son relatos tan fascinantes como “La noche de la granada” o “Salvemos la Luna para Kerdy Dickus”.
Los cuentos elaborados por Charles Perrault lo sitúan como el pionero en Europa del libro infantil actual. De hecho, se considera el primero que publicó una antología de cuentos propia y sentó las bases de lo que es una historia para niños: debe ser sencilla y corta. Además, fue fiel a las versiones originales, al contrario de lo que posteriormente realizaron los Hermanos Grimm.
Se recogen en estos “Cuentos tradicionales” ocho historietas, entre las que se encuentran las célebres “Cenicienta”, “La bella durmiente”, “El gato con botas” y “Caperucita Roja”. Todos ellos presentan un final feliz, aunque el camino no suele ser tan inocuo (en ocasiones se suceden asesinatos), aspecto que deben considerar los padres.