Los quebraderos de cabeza que un niño pequeño puede llegar a dar no se los imagina uno antes de ser padre o hermano mayor. Es por ello que no se suele estar preparado para contrarrestar los deseos del crío y encauzar su comportamiento. En “Nunca jamás comeré tomates”, como su título indica, Lauren Child habla del tema de la comida. Juan batalla de todas las maneras para que su hermana pequeña, Tolola, acceda y se coma una cena variada. Juan piensa que no puede salir siempre con la suya y rechazar, por ejemplo, las verduras. Para alcanzar tal fin, Juan utiliza el ingenio y crea expectativas a Tolola, quien acaba imaginando que la comida viene de un lugar muy especial y le aportará muchos nutrientes. Desde guisantes groenlandeses hasta zanahorias de Júpiter, pasando por puré del Monte Fuji. El libro, como obra, además es el paradigma del equilibrio entre el texto y las ilustraciones, atractivo por ambas partes. Una historia que puede ayudar a los niños a aprender la importancia de una dieta diversa y a los padres trucos para enseñarlos, y que bien mereció la Medalla Kate Greenaway.
La denominada caza de brujas fue una deplorable acción religiosa llevada a cabo a través de distintos siglos y en muchas partes del globo, especialmente países europeos y Norteamérica. “La joven bruja” se centra en los eventos acontecidos en el siglo XVII en torno a esta temática, situándolos en Inglaterra y en la América colonial. Mary cree tener el don de la clarividencia y poderes de brujería, y visto el fatídico destino que su abuela sufrió por ella, la única opción es ocultarlo. La aventura que se desarrolla con este leitmotiv lleva a Mary desde su Inglaterra natal hasta las colonias de Ameríca, concretamente a las célebres poblaciones de Salem y Beulah. La tensión se sostiene por la inminente amenaza a Mary y a otros tripulantes. En su nuevo hogar, Mary acabará yéndose a vivir al bosque junto a otras personas de su condición, huyendo de las persecuciones. Celia Rees empleó “La joven bruja” también como vehículo de crítica a la intolerancia y a los crímenes religiosos.
Sonya Hartnett es el paradigma de escritora de literatura juvenil de Australia premiada y reconocida, además de admirada y exitosa comercialmente. La clave, como la de muchos escritores best-seller, es la narración de realidades con las que nos podemos identificar introduciendo algún elemento particularmente atractivo. Pero se torna esencial el que el lector se vea reflejado en los personajes del cuento. Así sucede con “Hijo del jueves”, título que esta novela debe a Tin, niño que nace ese día de la semana y que dará muchos quebraderos de cabeza a su familia en general y particularmente a su hermana Harper Flute. La época a la que Hartnett nos transporta es la Gran Depresión de los años 30, y como ésta se vivió en el medio rural australiano en el seno de familias pobres agrícolas. Tin sobrevive a una avalancha de barro pero tras ello se obsesiona con lo subterráneo, y empezará a construir túneles bajo su casa y a habitarlos. Su fascinación se intensifica y Tin crea un laberinto que será su hogar, y del cual nunca jamás saldrá salvo para saludar muy esporádicamente a su hermana. La forma en que esto se entrelaza con las penurias y otros sucesos realistas permitieron a Hartnett obtener el Guardian Children’s Fiction Prize y más adelante el Astrid Lindgren Memorial Award.
Tratar en literatura temáticas de salud y psicología es un asunto delicado. Hacerlo en una literatura dirigida a un público adolescente, es una tarea todavía más complicada y no siempre efectiva. Eleanor Spence recibió el galardón al “Libro del Año” en Australia por “El hijo de octubre”. Aunque no ofrece su punto de vista en la narrativa, el protagonista involuntario de esta genial obra es Carl, un niño autista. En torno a él se estructura toda la trama, basada en el día a día de su familia. Afectados por la condición de Carl, la familia Mariner debe introducir cambios en su vida para acoplarse a nuestro entrañable protagonista. El más cercano a Carl es su hermano Douglas, quien acaba siendo su principal apoyo. Las tensiones en el seno de la familia se incrementan de forma progresiva, y el padre enfurece, la madre se deprime y la hija menor se ausenta. El comportamiento de Carl también es descrito a la perfección. Finalmente, todos sus seres queridos sabrán cómo actuar para hacerlo más feliz, y darán una lección al lector, quien debe asumir responsabilidades cuando se tienen casos de este tipo en una familia.