Cuando nadie pensaba que era posible una sola adaptación más de “Los tres cerditos”, David Wiesner llegó, vio y venció con su particular visión del clásico cuento. Y no sólo eso, también arrasó, pues se llevó la Medalla Caldecott del año 2002. Y es que su interpretación desenfadada de esta fábula la acercó más a la realidad actual. Todo pivota en torno a un giro radical, en el cual el escenario parece desvanecerse y entran en acción otros personajes que son dominio de la cultura popular. A partir de ahí la trama gana en complejidad y la lectura tiene múltiples ramas argumentales e interpretaciones. El estilo de las ilustraciones, del propio Weisner, también evoluciona desde un grafismo clásico hacia unos trazos más afilados y agresivos, estableciendo una división entre lo antiguo y lo moderno. La historia también goza de elementos surrealistas, que convierten a estos tres certidos en unos personajes explosivos, frescos y muy gratificantes.
Una de las novelas más leídas en las escuelas, o recomendadas, es “El principito”. La obra de Antoine de Saint-Exupéry ha trascendido por su genialidad a la hora de combinar reflexiones filosóficas, valores vitales, situaciones extravagantes, un texto atractivo y unas ilustraciones carismáticas. El principito, nuestro protagonista, viene de un pequeño asteroide, y está viajando por planetas que representan miserias de la condición humana. A través de ellos Saint-Exupéry critica la vanidad, el egoísmo, la lujuria o la codicia, por ejemplo. Incluso visita la Tierra, donde se hace amigo de un zorro. Sus giros inesperados provocan en el lector una sensación de necesidad de seguir leyendo, pues cualquier cosa puede suceder. Y, como trasfondo, temas para nada infantiles, ya que el principito representa los valores que todo niño debería aprender, y éstos se van desgranando a lo largo de la historia en pequeñas dosis. Un libro que probablemente es de los favoritos de la infancia de muchos lectores y que, de una forma u otra, siempre te acompañará. Y es que “El principito” te marca.
La adaptación de “Sopa de piedras” de Marcia Brown es probablemente una de las más entrañables y recordadas de las múltiples que se han realizado. Se trata de un cuento popular francés que fue versionado ya por los Hermanos Grimm, y que en función del país en el que se representa incluso tiene variaciones. La historia se centra en tres soldados que llegan a una aldea y piden cobijo y comida. Los lugareños, con miedo a ser robados, esconden todo y no les dejan entrar en sus casas. Entonces, los soldados se disponen en la calle a prepararse una sopa de piedras con una olla que tienen. Los aldeanos, intrigados, observan el éxito de esta comida. Los tres soldados empiezan a desplegar su artimaña y embaucan a los habitantes del pueblo, comentando que la sopa estaría mejor con zanahorias, coles, patatas, carne, etc. Así, poco a poco, consiguen un excelente guisó. Finalmente, los pueblerinos, además de haber compartido sus víveres, montan una gran fiesta local en la que todos comen, beben y disfrutan. Incluso llegan a echar de menos a los soldados cuando éstos deben partir al día siguiente. Se trata de una curiosa historia que todo niño debe conocer, y que en esta adaptación está ingeniosamente ilustrada y bien desarrollada.