Cuando nadie pensaba que era posible una sola adaptación más de “Los tres cerditos”, David Wiesner llegó, vio y venció con su particular visión del clásico cuento. Y no sólo eso, también arrasó, pues se llevó la Medalla Caldecott del año 2002. Y es que su interpretación desenfadada de esta fábula la acercó más a la realidad actual. Todo pivota en torno a un giro radical, en el cual el escenario parece desvanecerse y entran en acción otros personajes que son dominio de la cultura popular. A partir de ahí la trama gana en complejidad y la lectura tiene múltiples ramas argumentales e interpretaciones. El estilo de las ilustraciones, del propio Weisner, también evoluciona desde un grafismo clásico hacia unos trazos más afilados y agresivos, estableciendo una división entre lo antiguo y lo moderno. La historia también goza de elementos surrealistas, que convierten a estos tres certidos en unos personajes explosivos, frescos y muy gratificantes.
Libros como “Un tejón en la barcaza” son muy de agradecer por su arriesgada pero acertada apuesta. Janni Howker nos ofrece cinco relatos donde prima la relación entre jóvenes y ancianos. La autora emplea en todo momento un estilo cómico y plagado de humor, pero sin afectar a los valores que desea transmitir. Temas como la soledad, la muerte o la amistad son tratados de forma original e igualmente meritoria. Un relato cuenta la amsitad entre una joven que ha perdido a su hermano y una anciana astuta; otro habla de dos niñas que se unen a un ermitaño y le aportan algo de luz a su vida; y un tercero cuenta una confesión sorprendente que una señora mayor hace a una chica de doce años. Howker nos indica que los jóvenes tenemos mucho que aprender de nuestros mayores, y que nosotros a su vez también tenemos valores que aportar a ellos. Todos podemos ser amigos siempre que nos comprendamos y respetemos, ¿no?