Los quebraderos de cabeza que un niño pequeño puede llegar a dar no se los imagina uno antes de ser padre o hermano mayor. Es por ello que no se suele estar preparado para contrarrestar los deseos del crío y encauzar su comportamiento. En “Nunca jamás comeré tomates”, como su título indica, Lauren Child habla del tema de la comida. Juan batalla de todas las maneras para que su hermana pequeña, Tolola, acceda y se coma una cena variada. Juan piensa que no puede salir siempre con la suya y rechazar, por ejemplo, las verduras. Para alcanzar tal fin, Juan utiliza el ingenio y crea expectativas a Tolola, quien acaba imaginando que la comida viene de un lugar muy especial y le aportará muchos nutrientes. Desde guisantes groenlandeses hasta zanahorias de Júpiter, pasando por puré del Monte Fuji. El libro, como obra, además es el paradigma del equilibrio entre el texto y las ilustraciones, atractivo por ambas partes. Una historia que puede ayudar a los niños a aprender la importancia de una dieta diversa y a los padres trucos para enseñarlos, y que bien mereció la Medalla Kate Greenaway.