La novela de Liselotte Welskopf-Heinrich es uno de los curiosos (pero no pocos) ejemplos de western escrito en Alemania. Este género gozó de bastante éxito en el país teutón a mitad de siglo. En “Los hijos de la gran osa” se cuentan las vivencias de Harka, un indio Dakota. Harka es inicialmente un joven cuyo padre es jefe del clan. Pero, tras traicionar a su pueblo, ambos se ven obligados a exiliarse. Tras la muerte del padre, Harka retorna para liderar a la tribu y conducirlos a Canadá, donde llevarán una tranquila vida centrándose en la agricultura. Aunque el libro esté escrito por una autora alemana, la profunda documentación a la que Welskopf-Heinrich se sometía lo convierte en una precisa y bella descripción de los nativos norteamericanos. Algunos ingredientes son las aventuras, el honor y los conflictos morales, pero además esta escritora se caracteriza por su visión etnológica de la historia, lo cual enriquece el valor de esta preciosa novela.
La historia contada en “Arándanos para Sal” refleja con diversión el encuentro entre dos especies diferentes. Sal es una niña que tiene que ayudar a su madre a recoger arándanos durante todo el día. La pequeña traviesa se come los arándanos a medida que los coge, lo cual hace que no haya volumen suficiente para la conserva. Pero ese no es el único conflicto del libro. Dos osos, madre e hijo, están robando arándanos para comérselos antes de hibernar. Cada uno de los cuatro individuos está haciendo su trabajo cuando se dan cuenta que se desvinculan de su ser querido. Finalmente, el osezno choca con la madre de Sal, y lo mismo sucede con Sal y la osa. Todo queda en un susto y vuelven a encontrarse, a pesar de que nadie le ha hecho a nadie. Se trata de un cuento en el que cada personaje se reencuentra con su identidad tras haberse quedado absorto en su trabajo. La intriga en torno a qué le pasará a cada uno también es un componente esencial de la historia. El autor, Robert McCloskey, se inspiró en su hija y su mujer para los personajes de “Arándanos para Sal”.