Una de las novelas más leídas en las escuelas, o recomendadas, es “El principito”. La obra de Antoine de Saint-Exupéry ha trascendido por su genialidad a la hora de combinar reflexiones filosóficas, valores vitales, situaciones extravagantes, un texto atractivo y unas ilustraciones carismáticas. El principito, nuestro protagonista, viene de un pequeño asteroide, y está viajando por planetas que representan miserias de la condición humana. A través de ellos Saint-Exupéry critica la vanidad, el egoísmo, la lujuria o la codicia, por ejemplo. Incluso visita la Tierra, donde se hace amigo de un zorro. Sus giros inesperados provocan en el lector una sensación de necesidad de seguir leyendo, pues cualquier cosa puede suceder. Y, como trasfondo, temas para nada infantiles, ya que el principito representa los valores que todo niño debería aprender, y éstos se van desgranando a lo largo de la historia en pequeñas dosis. Un libro que probablemente es de los favoritos de la infancia de muchos lectores y que, de una forma u otra, siempre te acompañará. Y es que “El principito” te marca.
Este libro del célebre Mark Twain transcurre en el Londres de los Tudor. Narra cómo se cruzan las historias del niño que en el futuro debe reinar como Eduardo VI y de Tom, un miserable que vive con su padre opresor. Ambos intercambian papeles y saben desenvolverse en sus nuevos entornos. Sin embargo, Tom se acomoda cada vez más a la realeza y Eduardo sufre todo tipo de penurias. Antes de que coronen a Tom por error, Eduardo consigue restituir su identidad. Como otras obras de Twain, denuncia la analfabetización social, y sirve como crítica ante las injusticias de la época, todo con un tono satírico que recuerda a Tom Sawyer sin olvidar el optimismo de la juventud.