Cuando parece que los cuentos clásicos no pueden dar más de sí, a pesar de haberse mostrado como fuentes inagotables de adaptaciones, alguien sorprende dándole una vuelta de tuerca a la historia. Esto es lo que hizo, con notable éxito, el ilustrador y autor chino Ed Young en “Lon Po Po”. Young abordó la tan trillada historia de Caperucita Roja y le añadió detalles del folclore y de la tradición oral chinas. La Medalla Caldecott que recibió en 1990 es la muestra del triunfo de esta versión del cuento. La trama es similar a la original, pero en este caso es el lobo quien va a casa de tres hermanas pequeñas, cuando estos se han quedado solos porque su madre ha ido a visitar a su abuela. El lobo tiene las mismas intenciones de comérselos, pero la desconfiada Shang descubrirá el pastel. Confabulando con sus hermanas, las tres juntas urdirán un plan para deshacerse del malvado lobo. Si creías haberlo leído todo sobre Caperucita Roja, prueba a leer “Lon Po Po” y déjate sorprender de nuevo.
Como el “Cuento de Navidad” de Charles Dickens, “El expreso polar” resuena en los recuerdos navideños de la infancia de cualquier niño o niña. La magia de este clásico moderno de Chris Van Allsburg se extiende hasta nuestros días, y nos impregna de nostalgia durante la Navidad. El protagonista, nada crédulo ante esta época del año, se monta en el Polar Express en contra de su voluntad. El tren está atestado de niños en pijama que también se dirigen al Polo Norte. El niño que protagoniza la historia no se deja sorprender por Santa Claus ni por sus regalos, y humildemente solicita como presente un cascabel de un reno. A la mañana siguiente el niño no sabrá discernir si lo que ha vivido era un sueño o la realidad. Esa experiencia, envuelta en una atmósfera cálida y mágica, nos ha acompañado en algún momento de nuestra niñez, y por ello gusta tanto esta excelente obra, más que merecida Medalla Caldecott en 1986.
“Chanticleer y el zorro” es una adaptación de uno de los “Cuentos de Canterbury”. El relato original, titulado “Cuento del capellán de monjas”, es reescrito por la genial Barbara Cooney e ilustrado con la técnica del esgrafiado, dando lugar a una magnífica fábula más adaptada para un público infantil. La historia de Cooney , por la cual ganó la Medalla Caldecott en 1959, deja de lado las intrigas más adultas y la narración al estilo medieval, y cuenta cómo una viuda vive en una granja junto a sus hijas criando animales. Los verdaderos protagonistas, como en otras fábulas, son dichos animales. Concretamente Chanticleer, un gallo al que todos adoran y que conquista a la bonita gallina Pertelote. No obstante, la vanidad de Chanticleer y sus ganas de ser adulado le juegan una mala pasada, pues se deja embaucar por un zorro y éste lo secuestra. El gallo consigue volver a la granja pero lo hace con los pies en el suelo y sabiendo que no debe fiarse de nadie que utilice su punto débil para aprovecharse de él.
Este libro está inspirado en una antigua canción infantil de autoría anónima. No obstante, las ilustraciones son de Randolph Caldecott, uno de los mejores exponentes y representantes de la época victoriana. Dichos dibujos se perfilan con intensos colores pastel y líneas simples. Fue publicado en 1878 junto con “La historia amena de John Gilpin”, ambos de tremendo éxito. Las ilustraciones detallan casas victorianas, emanando bienestar y tranquilidad. El texto de la canción tradicional acompaña las imágenes con grabados originales.