Cuando uno atraviesa verdaderas dificultades, le gusta verse reflejado en otros para compartir sus penas. No sólo se trata de mitigar el dolor con el apoyo de tus seres queridos, sino sentir que hay personas en tu misma situación y os podéis auxiliar mutuamente. Esta sensación se hace muy intensa durante la adolescencia, donde las inseguridades están a flor de piel. Y es uno de los pilares de “Entre dos lunas”, mangífica novela ganadora de la Medalla Newbery en 1995. Sal Hiddle, con tan sólo trece años, se muda a Ohio con su padre después de ser dejada de lado por su madre. Aunque Sal se enorgullece de sus raíces indias, no se encuentra cómoda en su nuevo hogar. Allí conoce a Phoebe, una niña que atraviesa una situación más o menos pareja. En el relato se emprenden viajes interminables para tratar de convencer a sus madres que regresen con ellas. Las consecuencias son felices para Phoebe pero no así para Sal. Dichos periplos son sólo una excusa que Sharon Creech emplea para hablarnos de la búsqueda de identidad, de la pérdida y de la aceptación de las separaciones. Como podemos imaginar, una historia conmovedora y desgarradora, y por ello fiel a la vida misma.
Los libros de John Burningham siempre maravillan a los lectores de unos 5 años de edad. Esa es la época en que los niños empiezan a explotar su imaginación para divertirse de todas las formas posibles. Con unos pocos juguetes o, directamente con objetos, son capaces de crear un mundo que habitan y en el que se divierten. Por ello, estos niños se sentirán muy identificados con Shirley. Esta niña se adentra en el agua mientras sus padres se quedan en la playa. El libro se desarrolla sin texto de forma magistral, pues lo que nos guía es la imaginación de Shirley. La niña pronto piensa que está con su perro en un barco, que se encuentra con piratas y hasta que busca un tesoro. Hasta el momento en el que se acerca el final resulta estimulante. Shirley imagina que navega a toda velocidad hacia la costa y de noche, retornando a la realidad como una heroína. Ésta es la clave para que los niños, igual que se divierten jugando, asuman sus responsabilidades con ganas. El contraste entre Shirley y sus padres hará que hasta los padres se identifiquen con este excepcional cuento de John Burningham.
Los personajes de Robert McCloskey en “Arándanos para Sal” aparecen de nuevo en esta novela. La trama gira en torno a Sal y cómo se siente ante la pérdida de su primer diente. Dicho diente se le mueve y Sal está ansiosa de que suceda. Por ello las vivencias que le suceden mientras espera expectante le marcan más que nunca. Y eso que se trata de momentos como excursiones y travesías en barco, a los cuales está acostumbrada. Pero esa mañana en Maine será diferente a cualquier otra porque se le va a caer un diente. Cuando finalmente esto sucede, Sal pierde el diente y se desespera. Con la mentalidad de un niño, Sal piensa que el animal que se lo encuentre disfrutará de su deseo. Como otros cuentos de McCloskey, en “Una mañana en Maine” se respira un aire nostálgico por las sensaciones exacerbadas y vividas cuando eres pequeño. Todos hemos exagerado la forma de ver las cosas cuando somos pequeños, y luego lo recordamos con melancolía a la vez que agradecemos haber madurado al respecto.
La historia contada en “Arándanos para Sal” refleja con diversión el encuentro entre dos especies diferentes. Sal es una niña que tiene que ayudar a su madre a recoger arándanos durante todo el día. La pequeña traviesa se come los arándanos a medida que los coge, lo cual hace que no haya volumen suficiente para la conserva. Pero ese no es el único conflicto del libro. Dos osos, madre e hijo, están robando arándanos para comérselos antes de hibernar. Cada uno de los cuatro individuos está haciendo su trabajo cuando se dan cuenta que se desvinculan de su ser querido. Finalmente, el osezno choca con la madre de Sal, y lo mismo sucede con Sal y la osa. Todo queda en un susto y vuelven a encontrarse, a pesar de que nadie le ha hecho a nadie. Se trata de un cuento en el que cada personaje se reencuentra con su identidad tras haberse quedado absorto en su trabajo. La intriga en torno a qué le pasará a cada uno también es un componente esencial de la historia. El autor, Robert McCloskey, se inspiró en su hija y su mujer para los personajes de “Arándanos para Sal”.