“La niña que amaba a los caballos salvajes” fue Medalla Caldecott en 1979 y premió así a uno de los autores que con pasión mejor han descrito a los indios nativos norteamericanos, concretamente a los de las llanuras centrales. A pesar de que Paul Goble era inglés, se enamoró de Dakota del Sur de tal forma que fue la principal fuente de inspiración para su obra. La historia se centra en una niña a la cual le encantan los caballos, con quienes deambula por las llanuras junto a su pueblo. Un día, la manada y el pueblo se separan, y la niña tiene el dilema de si permanecer con sus congéneres o seguir a la manada. Los caballos, especialmente el líder, manifiestan el deseo de que la niña esté con ellos. La niña acaba juntándose con la manada. Una misteriosa yegua aparece más adelante junto al semental… Las ilustraciones evocan las llanuras de Estados Unidos y la cultura india como pocos libros lo han hecho, sirviendo de homenaje al pueblo nativo.
“El cochecito de caballos” es un famoso libro de Graham Greene protagonizado por un coche de caballos, como otros cuentos que tanto gustan a los más pequeños. Aunque Greene escribió para adultos principalmente, esto no le impidió ganarse el reconocimiento de la crítica con este cuento. Además, también transmite la sensación de opresión que sufren clases bajas de la sociedad. La historia se centra en el señor Potter y en su pequeño negocio de barrio, el cual se ve seriamente amenazado cuando instalan al lado unos grandes almacenes. Unos extraños acontecimientos se suceden y el señor Potter intenta ser robado, lo cual es impedido por el coche de caballos y el caballo Brandy, empleados para repartir a domicilio. El final es completamente feliz para Potter, pues los grandes almacenes entran en quiebra y él no pierde su negocio. Dos son las ediciones recordadas de este libro por sus diferentes ilustraciones: la primera, de Dorothy Craigie, y una posterior de Edward Ardizzone.