La obra de George Macdonald se caracteriza por crear entornos fantásticos que han maravillado a niños durante más de un siglo. En “La princesa y los trasgos”, la princesita Irene, que vive en un castillo, descubre una escalera a un laberinto de pasadizos. Luego encuentra un hada de la conciencia, y finalmente coincide con Curdie, un joven minero que la alerta de que unos duendes quieren casarla con su príncipe. Ambos se enfrentan juntos a los duendes, con el anillo mágico de Irene, para desbaratar el plan de los trasgos. Los textos son poéticos y el mundo de rasgos fantásticos que cambian de forma lo hacen un entretenimiento que los niños devorarán.
Esta profunda historia pone de manifiesto una actitud muy valorada en el siglo XIX, la bondad innata. Este siglo estuvo plagado de conflictos y se cuestionó realmente que el ser humano pudiera ser bueno por naturaleza. George MacDonald pretende dejar claro que esto existe, y lo hace a través de Diamond, un niño que viaja con el Viento del Norte (personificado como una mujer) a sitios donde todas las vertientes negativas de la personalidad humana no existen. Al volver reparte buenos actos a su alrededor. Las críticas hacia el libro surgieron a raíz de querer equiparar a Diamond con Jesucristo. Posiblemente, este personaje estuvo inspirado en el hijo del autor, que murió joven. Está repleto de poemas y canciones de tono existencial, y su profundidad y misticismo se consideran precursores de las nuevas oleadas de literatura fantástica, representadas por Tolkien y C.S. Lewis, entre otros.