Esta obra podría recomendarse con varios datos que sirven como sello de calidad. Por ejemplo, que el autor sea Meindert DeJong, ganador del Premio Hans Christian Andersen; y que tenga por ilustrador al celebérrimo Maurice Sendak. Los premios cosechados, la Medalla Newbery y el Deutscher Jugendliteraturpreis, rematan la carta de presentación. La historia transcurre en una región de Holanda, escenario de la infancia de DeJong, donde una pandilla de niños se preocupa porque en su pueblo nunca anidan la cigüeña, al contrario que en las aldeas próximas. Cuando descubren el motivo, que es la excesiva inclinación de los tejados, los protagonistas están decididos a solucionarlo colocando una rueda en lo alto. La cuestión entonces es encontrar una rueda en condiciones. Ésta aparece bajo un barco, y el problema a partir de aquí es poder cogerla antes de que suba la marea. Los niños consiguen que todo el pueblo de Shora se implique en la búsqueda, recogida y colocación de la rueda, y dos cigüeñas acaban por anidar en ella. Un relato que habla del esfuerzo y la persecución de los sueños, los cuales llegar a su consecución con la suficiente perseverancia.
Las historias que muestran a niños que viven solos y de forma independiente a menudo intentan recalcar la realidad social y criticar que éstos sean desatendidos. A menudo, dichos personajes suelen tener mucho carácter y una personalidad arrolladora, como sucede con la célebre Pippi Langstrump, de Astrid Lindgren. Algo parecido es lo que Annie M.G. Schmidt nos muestra en “Pluk el del torrificio”, aunque dirigido a un público quizá más infantil. De esta forma, Pluk en ningún momento atraviesa peligros ni ve arriesgar su vida. Pero a través de sus relaciones de amistad, de su bien llevada orfandad y de su forma de ser tan solidaria y sociable, la autora envía un mensaje de índole política y ecologista. El cuento está narrado desde el punto de vista de Pluk, quien tiene por amigos a una cucaracha y un pichón. Esto es sólo uno de los aspectos delirantes, sobre todo cuando interpreta el mundo de los adultos sin unos padres que le puedan orientar al respecto. Schmidt rompe una lanza contra la injusticia y a favor de la libertad a través de su pequeño Pluk, un héroe para cualquier niño.
Es difícil encontrar novelas de la Segunda Guerra Mundial desde puntos de vista diferentes al inglés, estadounidense, francés o alemán. El escritor neerlandés Jan Terlouw quiso recalcar el papel de su país en la contienda global con “Invierno en tiempos de guerra”. Michiel es el protagonista, un chico de dieciséis años que en plena guerra aprende a no confiar en nadie y a valerse por sí mismo. Especialmente tras ser forzosamente alistado en la Resistencia holandesa contra los nazis que ocupaban el territorio. El marco temporal es el invierno más duro acontecido durante la guerra. Michiel ve alimentado su odio hacia los nazis tras ver ejecutado a su padre, pero aun así conserva la esperanza de que un mundo mejor es posible. Por ello, no se apresura a prejuzgar a todos los alemanes con los que se encuentra, igual que descubre que entre sus propias filas hay traidores. Terlouw refleja la crueldad de la guerra con ligeros toques de humor, patriotismo y heroísmo. Un cóctel que siempre triunfa entre los lectores adolescentes más intrépidos.
“Sapo en invierno” es el más famoso libro de una serie creada por el autor neerlandés Max Velthuijs. El protagonista, Sapo, se despierta una mañana y se da cuenta que el invierno ha llegado. Esta estación sólo supone disgustos para él. Sapo no sabe desplazarse apropiadamente por la nieve, no se divierte con las posibilidades que esta época del año ofrece y padece más frío que el resto de sus amigos. No obstante, los demás animales se conjuran para ayudar a Sapo a superar la estación y que llegue feliz a la primavera. Para ello le encienden un fuego y le dan comida caliente, además de abrigarlo. Otros cuentos sobre Sapo muestran a éste venciendo otros miedos. Las ilustraciones, del propio Velthuijs, se basan en colores vivos pero trazos finos. Los niños se sentirán identificados con Sapo y gracias a él podrán vencer sus propias inseguridades.
“Los gemelos neerlandeses” es el primer libro de una serie de 26 que narran la vida rural y tradicional de los Países Bajos. Hoy en día pueden parecer pasados de moda, pero de él pueden extraerse múltiples moralejas. Los protagonistas son Kit y Kat, chico y chica, gemelos de 5 años, e hijos de un agricultor. Ambos viven en el campo y trabajan en las tareas de su padre. En el primero de los tomos se narran seis relatos en el que se ejemplifican muchas de estas tareas. Aunque hay discusiones entre ellos porque Kit pone en duda las capacidades de su hermana, ésta más adelante se resarce y le demuestra que las mujeres son igual de válidas que los hombres. Plagado de metáforas, los cuentos de Lucy Fitch Perkins están plagados de ética del trabajo y de la importancia de la vida tradicional en la formación de la idiosincrasia de una nación.
La protagonista de esta maravillosa aventura escrita por Krasilovsky es Hendrika, una vaca gorda que se aburre en su granja. Por ello, un día se escapa y se sumerge en el río, subiendo a duras penas a una balsa. En ella, puede ver las maravillas del paisaje de los Países Bajos: tulipanes, molinos, tiendas de queso, canales… Gracias a la corriente llega a la ciudad, donde monta un alboroto al empezar a correr. Por suerte su amo está allí y la recoge para llevarla a casa, aunque entonces Hendrika ya está satisfecha de todo lo visto. El relato es tranquilo, y el ritmo del río se nota en la propia lectura. Las imágenes de Peter Spier maravillan por su color y por la preciosidad del paisaje evocado, realizadas con pluma y acuarelas. La vaca protagonista se debate entre la timidez y el alboroto, siempre con buenas intenciones.