El libro de “El pequeño Lord” condena los prejuicios y la tensión existente entre Inglaterra y Estados Unidos en el siglo XIX. Para ello, la autora, Frances Hodgson Burnett, se valió de su propia experiencia a ambos lados del charco. Se cuenta la historia de Cedric Errol, hijo de un noble inglés y una plebeya estadounidense. El niño es heredero de múltiples posesiones en Inglaterra, y a la muerte de su padre debe ocuparlas. Pero su abuelo odia a su hijo porque se casó con una estadounidense. Sin embargo, debe asimilarlo y educar a su joven nieto para su futuro como aristócrata. Ambos chocan por su diferente mentalidad, pero ambos ceden y el duque acaba superando sus prejuicios. Fue un éxito en su época y la forma de representar a Errol creó tendencia entre los más jóvenes.
Nunca una idea tan simplista tuvo tanto éxito. Los protagonistas de este cuento son dos sencillas manchas redondeadas, una amarilla y otra azul. Ambas son muy amigas, son vecinos, pasan el día en el colegio juntos, etc. Por la tarde, tras haberse perdido una de otra, se abrazan de alegría y ambas se funden en una única mancha verde. Al separarse para volver a casa, sus padres no las reconocen por el cambio de color. Finalmente, recobran su apariencia original. Leo Lionni tuvo esta original idea para introducir el concepto de color entre los más pequeños, además de que innovó con la técnica del collage de papel cortado. La sencillez de la obra la acerca más a los niños.
Este libro resulta muy especial porque se basa en dos construcciones reales, las cuales se hicieron famosas y trascendieron precisamente gracias al propio cuento. Se trata de un pequeño faro rojo situado bajo el puente George Washington de Nueva York. Inicialmente solo y usado como guía de los barcos, el faro rojo se asusta cuando comienzan a construir sobre él un gran puente gris. Pronto se siente inútil y piensa que lo derribarán. No obstante, el propio puente lo tranquiliza, y le dice que él seguirá siendo el amo del río Hudson. Es un acto de camaradería entre objetos inertes, lo cual siempre transmite una sensación de afecto. Los dibujos de Lynd Ward son geniales, acompañados de la imaginación de Hildegarde H. Swift. Se pretende mostrar que todas las cosas tienen su lugar en el mundo, necesario para que el niño se eduque en el respeto, pero también para mantener su autoestima conforme va creciendo. El faro protagonista todavía se encuentra en pie, aunque en desuso.
El cuento de “El pequeño Toot” está protagonizado por un remolcador que evoca a cualquier héroe de la más alta literatura. Sus acciones hacen que el espectador muestre respeto hacia él. Estas acciones se fundamentan en su tenacidad. Toot no para de moverse por el río y hacer su trabajo, pero en el fondo le da miedo abrirse a las amplias aguas del océano. El resto de remolcadores se ríen de él. Cuando acaba salvando a un barco de vapor en un día tormentoso, los demás le muestran sus respetos. Este libro está pintado en acuarela. El autor, Hardie Gramatky, se inspiró en un remolcador real que funcionaba defectuosamente.